sábado, 5 noviembre 2016. Estamos en un bar que parece, a ratos museo, a ratos teatro. Alguien me regala un cuadro de madera con relieves muy antiguo. Si lo pongo en horizontal parece una caja para guardar piedras en cada departamento. Si lo miro en vertical, es sólo un precioso cuadro. Una chica intenta quitármelo. A mi pesar, comienza una pelea a puñetazos (empieza ella). Siento un odio primigenio, como si llevara aguantándomelo demasiado tiempo. Gano yo. Creo que en algún momento llego incluso a escupirle. El problema es que debemos volver a casa en el mismo coche. Si esto sigue así, va a parecer Karate a muerte en Torremolinos, pienso. En ese momento veo pasar a Camilo con unos amigos. Intento hacerle señas, que me vea, que me saque de allí.