sábado, 3 octubre 2015. Una chica se contorsiona al ritmo de Satie en una cancha de baloncesto. Antes de que termine, el público aplaude brevemente y desaparece de inmediato. Un tipo se acerca y me da postales conmemorativas del evento con cara de decepción. Gracias por permanecer hasta el final, dice. A la salida hay una librería. Reparto las postales a los que pasan por delante de la puerta. De repente pienso que una vez quedé con Jota en esa misma librería. ¿Quedé de verdad o sólo lo soñé? Recuerdo nítidamente que estaba sentado a mi lado y cuidaba de una niña que, se suponía, era su hija. Si quedamos de verdad recordaría su cara, pienso. Por más que lo intento no consigo ver su cara.