siempre hacia abajo

lunes, 20 junio 2016. Salgo de un dormitorio en una pensión en un primer piso (donde ya he estado en otros sueños). Camino por una calle, pero la calle está en alto. Se supone que es otra manera de volar, o sobrevolar la ciudad. Veo el asfalto bajo mis pies, pero también a través de él, la calle de verdad con su asfalto de verdad. Al llegar al tronco de un árbol se acaba la calle del aire y debo bajar a la auténtica. Pienso que voy a matarme porque no hay de dónde agarrarse, pero por otro pienso que es un sueño y no puede pasarme nada malo.
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Hay un descampado con unas casetas de obra con bañeras individuales. Todas están ocupadas y todas por mujeres. Llego a pensar que se trata de una prisión. Una chica me azuza con una vara, quiere que baje a unas duchas. Debo bajar por un agujero en el suelo, de donde pende una barra que no está sujeta  nada. Me niego. Hay mujeres esperando para bajar. Pienso que si todas nos negáramos no podría obligarnos. Otra chica dice que ella tampoco baja. La barra cae al vacío.
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Anochece y observo la casa de mi abuela, y la de sus vecinos, desde el jardín. Están a punto de desmoronarse, aunque en la casa de los vecinos hay luz. Sale Paquito, que se ha hecho mayor. Me saluda con cariño, le pregunto por su hermana. Me pregunta si volví a ver a Josemiguel. Le digo que no. Caminamos, nos alejamos.
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Estoy con un grupo de amigos, pero parece que no sepan quién soy. Quieren ir a un restaurante que parece una cueva. Hay que entrar por un túnel vertical muy estrecho. Todas las mesas están ocupadas. Una pareja nos dice que tengamos paciencia, que las mesas se quedan libres constantemente. Mientras esperamos, les cuento un chiste: ¿Sabéis que han descubierto un cuadro nuevo de Van Gogh? Se titula "El piponazo". Pateta dice que es muy malo. Nadie se ríe.

gotelé rosa

domingo, 19 junio 2016. Llego a un hotel o lo que se supone es un hotel. Hay un pasillo con dos camas, un cuarto de baño y una habitación enorme vacía, sin ventanas, totalmente cubierta de gotelé muy grueso de color rosa. Incluso el suelo y el techo. Pienso que será difícil dormir ahí, que quizá fuera mejor poner sobre el suelo los colchones de las camas. No me gusta, pero no puedo dejar de mirarlo.

el gran salón

martes, 14 junio 2016. Alberto nos ha llevado a un balneario. Un hombre gordo con bigote, que parece una caricatura, nos dice que esperemos en un cuarto (oscuro,  con pequeños catres de lona). Alberto dice que queremos "El gran salón". El hombre se ríe. Risa falsa. Abre la puerta y vemos una habitación enorme con una gran piscina de agua caliente. Por la ventana veo un paisaje precioso, un lago de agua transparente. Todos salimos a verlo. El hombre nos advierte con un gesto que no podemos bañarnos, que el lago es privado. Todos se dan media vuelta. Alberto discute con Josemari, porque dice que prefiere hablar de qué desayuna que disfrutar el paisaje. Salvatore, Emilio y yo nos quedamos. Trepamos por un muro de piedra, nos reímos recordando cuando íbamos de excursión a El chorro. Me fijo en que a Salvatore le han desaparecido las canas, tiene el pelo largo y rizado como cuando era joven. Le meto las manos en el pelo, se me hunden, nos reímos, le digo que no se lo corte nunca más.
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Alberto y yo estamos en un dormitorio de un primer piso que da una playa donde el agua es espesa y amarilla. Una abuela se baña con su nieto. Sus cuerpos amarillos me resultan preciosos pero a la vez me producen asco. Se supone que hemos alquilado esa habitación para cambiarnos de ropa. Los amigos ya se han ido. Alberto dice que ha terminado y se va. Sobre la cama hay varias maletas con cámaras de fotos. No encuentro mi anillo, tengo que bajar demasiadas bolsas y no sé si podré con todo. Llega un señor mayor, me pregunta si he terminado.

anko

miércoles, 8 junio 2016. Sonia y yo trabajamos afanosamente en una cocina. La cocina no tiene techo. Hay unas cubetas blancas rectangulares, muy parecidas a las cubetas para revelar fotos, donde volcamos pasta de judías rojas. Se supone que debemos preparar gran cantidad de anko y no tenemos mucho tiempo. Trabajamos sin hablar, sólo nos miramos de ven en cuando para darnos ánimo mutuamente.

los chinos no son rusos

lunes, 6 junio 2016. Encuentro una caja con libretas, palilleros y plumines. Una de las libretas está encuadernada en tela. Alguien ha bordado letras muy pequeñas que dicen "Los chinos no son rusos". Dentro hay un cómic sin terminar, dibujado colores, sobre todo en tonos de naranja. Los textos de las viñetas están escritos con una letra exquisita, a mano, con plumín. Intento imitar la letra, pero la tinta se me acaba demasiado pronto. Pienso en todo ese trabajo. Pienso que sólo puede ser obra de Antonio. No comprendo cómo no me dijo que sabía dibujar. Lloro sobre los dibujos.

rugosidad verde

viernes, 3 junio 2016. Recibo una poema manuscrito de Jota, que leo con un lápiz rojo en las manos. Le señalo una tilde que falta y una palabra que me sobra. Por otra parte, Chivite está tumbado en la cama turca que había en el dormitorio de una de mis tías en la casa de mi abuela. No comprendo qué hace allí ni cómo estamos en esa casa que tiraron hace años. Quiero seguir corrigiendo el texto de Jota, pero por otra parte quiero preguntarle a Chivite cómo que está allí y, sobre todo, si va a quedarse mucho tiempo. Al final me decido por pasar el rato tocando la rugosidad de la colcha verde, que hace tanto tiempo no tocaba.

pomposa

miércoles, 1 junio 2016. Dos chicas me dan una revista donde aparece parte de mi novela. Se la enseño a Daniel entusiasmada. Me dice que es pomposa y que no le ha gustado. Que, además, el papel tan blanco no le pega nada al tono triste de la historia. Alberto lo apoya, dice que el principio es muy pomposo aunque después cambie. Por allí anda la madre de Daniel y Juano. Miro a Juano de lejos, parece triste. Quiero terminar cuanto antes esta conversación para ir a consolarlo.