lunes, 29 julio 2024. Llegamos a la explanada de la iglesia de la Victoria donde su supone que Alberto ha dejado el coche. Está en obras y está prohibido circular. Alberto conduce muy despacio y yo lo sigo andando. El coche derrapa por montículos de tierra. No hay salida. Alberto sale, lo empuja y lo deja caer a una hondonada llena de agua. Después se lanza al agua para entrar en el coche y sacarlo conduciendo. Me quedo mirando, no sé si será capaz de salir.
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Tengo que tomar un autobús para Marbella. Hay una acera con muchas paradas. Pienso que será la más concurrida. Le pregunto a un niño. Responde que no en inglés. Un señor mayor, dueño de una pastelería, me dice que él me sacará el billete. Su hija me ofrece una torrija flotando en un plato de miel. Como tanta miel me da asco, se la paso a un camarero como si no hubiera entendido que era para mí. Vemos llegar el autobús y me dicen que me dé prisa, que salga por la ventana. paso por encima de pasteles y mesas cubiertas de harina. Todos dicen que me echarán de menos, a mí y a Javi. El señor mayor me acompaña a la parada, dice que al principio creía que Javi y yo no nos llevábamos bien, pero que se dio cuenta de que siempre estábamos de broma. Le cuento que nos conocemos desde el instituto. Es un gran tipo, decimos casi a la vez. Lo veo tan triste por mi partida que le digo que le enviaré un libro de poemas. Mis poemas no riman, aclaro. Él tuerce el gesto y se ríe.
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Estoy en casa de mi abuela. Hace tanto viento que los cuadros se han descolgado. Hay cuadros que no he visto nunca y me extraña. abro la puerta y miro el jardín que me parece desolado. Temo que el trompetero se caiga o uno de los plátanos aplaste el muro o incluso algún coche aparcado. Todo está gris, da pena, pero me gusta mirarlo porque siento mucha paz. Suena el teléfono. descuelgo desde el comedor. Mi abuela ha descolgado desde el cuarto de estar y las dos decimos Diga a la vez. Mi tía M nos cuenta que han dicho en la radio que se ha perdido un bebé, que se lo ha llevado el viento, que los padres del bebé no tienen más de trece años y que mi madre ha llamado a la radio para ayudar. No quiero seguir escuchando esa historia, cuelgo y vuelvo a la puerta a mirar el jardín.