caras

martes, 29 diciembre 2020. Les cuento algo a mi madre y a mi hermana. Están sentadas sobre un murete de piedra y se parecen mucho (en la vida real, nada). Según hablo, mi madre va rejuveneciendo y mi hermana envejeciendo. Pruebo a hablar más lento, incluso a hablar hacia atrás para devolverlas a su estado. Nada.
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Jason Segel me ofrece un bocado de su bocadillo (una especie de perrito caliente dulce). No, gracias. Se enfada y entristece a partes iguales. Lo persigo para pedirle disculpas. Lo encuentro en la terraza doblando la ropa que estaba tendida.

salamanquesa

lunes, 28 diciembre 2020. Subimos por Fernando el Católico. Hay mucho tráfico y muy lento. A pesar de todo es complicado cruzar. Los coches tienen aspecto de Lego. Al llegar a Gordón una madre tira de su hijo para que entre en casa. Veo como una salamanquesa intenta meterse en uno de sus zapatos. El niño protesta, patalea y la salamanquesa huye por las rendijas de una alcantarilla. La madre le grita para que se quite los zapatos. Le digo que no se preocupe, que he visto cómo el bicho ha huido. Ya en calle Cristo, Alberto me regaña por meterme donde no me llaman. Me enfado muchísimo, le digo que es mi manera de ser, que debería ser la manera de ser de todo el mundo.

café

domingo, 27 diciembre 2020. Oeste me pone un café con leche. El vaso está hasta arriba. Yo pensaba: Verás que no voy a dormir en toda la noche... Pero no le decía nada porque me lo había puesto con mucha ilusión.

premio

lunes, 14 diciembre 2020. Estoy en lo que parece la terraza de un hotel. Sonia y Míchel me llaman desde la calle. Están muy contentos, me lanzan un pedazo triangular de baldosa. Dale la vuelta, dicen. Por detrás alguien ha escrito "Primer premio". ¡Has ganado!, gritan. Por la calle pasa Garriga Vela que saluda y me felicita. No sé de qué premio hablan. Vuelvo a la habitación, meto con prisa mis cosas en una bolsa de viaje. Quiero irme de allí lo antes posible.

andamio

domingo, 13 diciembre 2020. Estoy en un país del este y parece que soy la encargada de enseñar el interior de un edificio. Me acompañan tres personas. Llegamos a una puerta metálica pintada de blanco. Busco la llave entre el marco y la pared. Entramos por un pasillo cutre hasta un gran salón de actos donde están entregando premios. Todos nos miran. Tenemos que irnos, digo. Mis acompañantes ya no están. Salgo a la calle donde Alberto, Juan Francisco y otro chico muy delgado esperan. Me alegro muchísimo de ver a Juan Francisco (murió hace unos años). Alberto dice que tenemos que pasar por casa a recoger algo (miro a mí alrededor y seguimos en esa ciudad del este, pero no digo nada). Alberto dice que va a ir sacando el coche. Mientras, meto a toda prisa ropa en una maleta. No encuentro ninguno de mis zapatos y me pongo unas alpargatas estampadas que no sé de dónde han salido. Al marcharme veo que están haciendo obra en el rellano (ahora es enorme). Han cambiado el ascensor por un andamio y no hay escaleras. No sé cómo bajar. Pienso que Alberto igual se ha hartado de esperar y se ha ido.

mono albino

sábado, 12 diciembre 2020. Estoy en un jardín destartalado con muebles de jardín hechos con tablas mal pintadas. Un perro paralítico de las dos patas traseras me persigue. Consigo que se tumbe sobre un cojín muy sucio. Alguien, desde atrás, me pone un gorro de tela que me tapa hasta la ojos. Noto algo más que un gorro. Un tipo que pasa por la calle me señala y grita: ¡Un mono albino! Intento quitármelo de encima. El perro me mira y se ríe.
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Mi madre quiere salir de casa sin mascarilla. Intento detenerla. En el rellano veo que la puerta del ascensor está entreabierta y me da mala espina. Mientras pienso si salir a cerrarla o meterme en casa, mi madre se prueba cosas a modo de mascarilla, un cenicero, un delantal, un cesto de mimbre...

juguemos a exagerar

domingo, 6 diciembre 2020. Entro en un autobús. Los asientos están mal colocados y todos ocupados. La conductora me dice que no puedo viajar de pie porque no es seguro, que me siente en el alféizar, y señala el borde de la ventanilla que, efectivamente tiene una especie de saliente, pero está muy alto y no tengo dónde agarrarme. Subo como puedo, los pies quedan colgando y, cuando arranca, casi caigo de bruces. Apenas hemos recorrido veinte metros cuando dice con un entusiasmo excesivo: ¡Hemos llegado! Alberto está esperándome. Nos reímos de ese viaje tan corto y seguimos el juego de abrazarnos y saludarnos como si yo hubiera hecho un viaje de doce horas.

molécula

sábado, 5 diciembre 2020. Se supone que estamos de visita en casa de una señora que se parece a Kristin Scott Thomas. Me lleva a su dormitorio y me dice que la bese. La beso. Su boca es blanda y llena de saliva. Siento asco. Me retiro, le digo que la boca le sabe a tabaco. Sí, fumo, dice bajando la mirada. Dibujo en el aire, con el dedo, la molécula de la nicotina (que efectivamente queda dibujada como con tiza en el aire). Oh, dice ella. Creo que exagera el tono dramático, pero le sigo el cuento para librarme de ella. Sí, sé que parece preciosa, que parece la Osa Mayor, pero esta osa te mata. Además la saliva te sabe muy mal. Se tapa la boca con las dos manos, me pide disculpas, se va. Pienso que por fin me he librado de ella.
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Sheldon me observa mientras hago la maleta. ¿No ibas a ayudarme?, le digo. No puedo hacerlo mejor que tú, me dice. Mientras doblo camisetas y las coloco ordenadamente dentro, él se ha transformado en mi amigo Juan Luis y cose algo a máquina. Así terminamos antes, me dice muy sonriente.

mochila

viernes, 4 diciembre 2020. Hay muchísima gente en casa de mis padres. Lo que en principio me pareció una fiesta es en realidad una asamblea. Hay que decidir algo pero no sé qué es ni me interesa. Encuentro un tubo de maquillaje y voy al baño a probármelo. Es espeso como el cemento y tengo que lavarme la cara. No hay toalla. Una chica se ofrece a ayudarme. Le digo que no volveré a ponerme maquillaje nunca. Cuando salgo no queda nadie. Antonio llega de la calle con la cara muy seria. Blanco dice que acaba de oír por la radio que han puesto una bomba. Por su gesto serio sé que ha sido Antonio. Meto cuatro cosas en la mochila y le digo que me voy con él. Dice que el sitio más seguro es Santander. Caminamos por la calle, no hay nadie, todos los escaparates están rotos. ¿Y no te gusta más San Sebastián?, le digo.

colchas de croché

jueves, 3 enero 2020. Compartimos una habitación de hotel con varios amigos. Descubro que la habitación de al lado está vacía y la puerta abierta. La decoración es distinta, casera (colchas de croché, cestos con juguetes, una cuna de madera hecha a mano). Me quedo dormida. Unas voces me despiertan. Pienso que viene a ocuparla y hago las camas a toda velocidad. Repaso si el cuarto de baño está en orden. Abro la ventana para ventilar. Un tipo con traje y sombrero lee una especie de manifiesto en verso muy cutre que hace que la gente que pasa por la calle se pare y aplauda. Al salir encuentro un descansillo de un bloque de pisos. Me vuelvo a mirar la habitación y los muebles han cambiado. Hay una estantería con libros, apuntes y fotos de una pareja sudamericana. El chico de la foto está sentado a la mesa tomando café. Me saluda con la mano, me dice que ha venido a estudiar medicina. Se levanta y sale a despedirme. Una chica deja cartas en los buzones. Él la invita a café, ella dice que no, él saca un extintor y la rocía. Del extintor ha salido pintura plateada. Ella parece una estatua de metal. Cuando se marcha, vemos su silueta en negativo en la pared, sobre los buzones.