andamio

domingo, 13 diciembre 2020. Estoy en un país del este y parece que soy la encargada de enseñar el interior de un edificio. Me acompañan tres personas. Llegamos a una puerta metálica pintada de blanco. Busco la llave entre el marco y la pared. Entramos por un pasillo cutre hasta un gran salón de actos donde están entregando premios. Todos nos miran. Tenemos que irnos, digo. Mis acompañantes ya no están. Salgo a la calle donde Alberto, Juan Francisco y otro chico muy delgado esperan. Me alegro muchísimo de ver a Juan Francisco (murió hace unos años). Alberto dice que tenemos que pasar por casa a recoger algo (miro a mí alrededor y seguimos en esa ciudad del este, pero no digo nada). Alberto dice que va a ir sacando el coche. Mientras, meto a toda prisa ropa en una maleta. No encuentro ninguno de mis zapatos y me pongo unas alpargatas estampadas que no sé de dónde han salido. Al marcharme veo que están haciendo obra en el rellano (ahora es enorme). Han cambiado el ascensor por un andamio y no hay escaleras. No sé cómo bajar. Pienso que Alberto igual se ha hartado de esperar y se ha ido.