domingo, 25 julio 2021. Estoy en una especie de parque de atracciones. Voy con una pareja y una niña pequeña. Tienen prisa, subimos a una cabina de teleférico. La madre de la niña (supongo que es la madre), dice que quiere hacerse un selfie y abre la puerta cuando ya estamos en el aire. Le pide a su pareja que se acerque, la abrace, la bese, mientras sigue haciendo fotos. Están recolgados de la puerta, en el aire. Él se pone sobre ella y hace como que le pega. Una operaria (muy parecida a Amatista de la serie "Steven Universe") los ve, cree que él la está violando, para el teleférico y corre hacia nosotros. Saco la mitad del cuerpo de la cabina, agito los brazos, le digo que es una broma, que sólo están haciéndose fotos. La operaria llama por teléfono a alguien y saca una porra enorme mientras sigue avanzando hacia nosotros. Le enseño a la niña, como queriendo decir que es una familia, pero entiende que pido socorro. Le digo a la pareja que huyan. Él dice que sabe cómo arreglarlo, que huya yo con la niña. Esto es un (dice dos palabras que no entiendo). No creo que sobornarlos sea buena idea, le digo. Vete ya, dice. Me bajo con la niña. La niña se va parando en todos los puestos de la feria (se parece mucho a Amy, la niña de "La mujer pantera"). Quiero esa mascarilla, dice. Más que una mascarilla parece a la máscara de Iron man. ¿Cuánto cuesta? Después de pensarlo un poco, el chico dice: 10 euros. ¡Ni hablar!, le digo. Miro el puesto, es una heladería, pienso que sólo tienen la máscara de adorno y nos quieren timar. Tiro de la niña, la niña se aferra al mostrador, se enfada muchísimo y finalmente camina delante de mí. Pienso que es una malcriada. De repente estamos en casa. Le digo a la niña que se vaya a su cuarto castigada. Los muebles no están en su sitio, pero en el sueño parece que eso sea lo normal. Busco algo en un cajón y veo una especie de roca con un montón de escarabajos granates incrustados. Si los pongo al trasluz brillan. Noto que uno se mueve. ¡Están vivos!, grito. Alberto aparece, se lo enseño y los escarabajos saltan de la roca y corren por la casa. Alberto me mira con cara de pocos amigos pero no dice nada. ¿Qué hacemos?, le pregunto. ¿El agua de la ducha es la misma que después llega a la lavadora?, me pregunta. Supongo, respondo. Se me ha ocurrido una cosa, dice. Abre la puerta del baño y deja en el suelo la ropa sucia. Supongo que quiere que me duche y lave la ropa a la vez. El agua empieza a inundar el cuarto de baño. Hago una bola con toda la ropa y la golpeo como antiguamente hacían las lavanderas. Alguien abre la puerta, es una vecina. ¡Qué estoy desnuda!, le digo. Ni caso, se pone a contarme cosas, de fondo oigo hablar a sus padres y a otros vecinos que van llegando. Me llama la atención que el agua que ya me llega a las rodillas no salga del cuarto de baño al pasillo como si la contuviera un muro invisible.