ovnis

lunes, 13 noviembre 2023. Hemos alquilado una casa en lo que parece un pueblo blanco. Ni el pueblo ni las casas son especialmente bonitas. Aparecen los dueños. Por la cara que traen y cómo hablan entre ellos, sé que me van a decir que se arrepienten de habérnosla alquilado. Corro para llegar antes que ellos. Por el camino me cruzo con Maldonado, que está en la puerta de su casa, quieto con una postura poco natural, como si fuese una estatua. Si dejar de andar, le digo que lo encuentro mucho más delgado, mucho más joven , pero demasiado blanco (parece de mármol), y le sugiero que tome más el sol. La pareja se sorprende al ver la puerta pintada y la casa en orden, mucho mejor que cuando nos la entregaron. Ella se aleja y llora (quizá por sentirse culpable). Su marido comienza a hablar, sin venir a qué, de lo buena que es su mujer, de lo enamorado que está. Ella se acerca y lo abraza. Les digo que pasen a la terraza, que he preparado la cena. Es una terraza cubierta con varias mesas repletas de comida. Me extraña todo lo que veo porque yo no he cocinado nada. Hay frutas que ni siquiera conozco. Alberto dice que esa fruta (blanca, alargada con semillas negras) es la que se compra siempre que pasa por el teatro. No sé de qué está hablando. De repente se hace de noche y se oye un gran estruendo en el cielo. Ya estamos, dice el dueño de la casa. Me explica que el día anterior también se vieron platillos volantes en el cielo. Nos asomamos a la ventana, que está casi a ras de suelo, y vemos pasar unas cuántas luces. No llego a creerme del todo que sean platillos volantes, pero le digo al niño de la pareja que entre en casa. Alberto se acerca a la ventana a verlos. Solo son luces, ¿verdad?, le pregunto. Alberto no dice nada y vuelve a la terraza a comer esa fruta tan rara. (El sueño sucede a ratos como si yo fuera una espectadora en una sala de cine, y a ratos como si me estuviera pasando a mí).