domingo, 25 agosto 2024. Estoy con mí padre y otros familiares en lo que parece la sala de espera de un médico. Mi padre dice que quiere dibujar, me pongo muy contenta de que tenga ganas de hacer algo. Sobre la mesa hay cuatro carpetas enfrentadas como si fueran cuatro manteles individuales. Abro una, pero no hay cuaderno, en otra solo hay hojas ya usadas, en la tercera solo un bolígrafo. Por fin, en la cuarta, hay cuaderno sin usar y bolígrafo, pero mi padre prefiere un lápiz. Busco uno. En el momento que va a ponerse a dibujar dice que tiene sueño y quiere irse a casa. Alberto lo levanta y se lo lleva. Todos se van. La sala ha quedado desordenada, se han olvidado las chaquetas y las bolsas. Coloco las sillas en su sitio y las cuatro carpetas como estaban. Me llama mi tía M, me pregunta cómo va la cosa, le digo que se han marchado y que estoy recogiéndolo todo, que llevo cinco bolsas que pesan mucho, que la casa es un laberinto y no encuentro la salida. Hablo con ella mientras voy por la casa abriendo puertas y recorriendo pasillos. En una de las habitaciones hay una anciana durmiendo. En otra, unos ancianos cocinan mientras canturrean. Cuando por fin voy a salir, al abrir la puerta, suena el timbre (que está por dentro y lleva una cruz roja pintada). Varios ancianos se me acercan a ver qué pasa. Nos despedimos. El descansillo es enorme y enmoquetado, no veo el ascensor por ninguna parte, hay rampas y escaleras (casi ruedo por una), se me caen las bolsas, una toalla fucsia (que tuve hace años para ir a la playa enrollada) cae rampa abajo. Ahí se queda. Cuando por fin llegó a la calle no sé dónde estoy. Sobre otra rampa de cemento se ve una autovía, los coches pasan en blanco y negro (parecen coches del siglo XIX). Miro a mi alrededor, estoy en un polígono, hay obreros charlando en las aceras, no sé cómo llegar al hotel donde se supone que estamos alojados. Sacó un móvil del bolso pero no es mi móvil, es un móvil cuadrado pequeño donde aparece la cara de Puigdemont. Lo guardo rápidamente antes de que nadie lo vea, porque pienso que me puede traer problemas.
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Estoy en lo que parece el hall de un cineclub situado en los bajos de un edificio. La luz es muy pobre, deprime. Miro la cartelera, ponen seis películas. No me suena ninguna. Oigo decir a alguien que solo se accede con invitación y solo queda una en el mostrador. Varias personas corren a por ella. Voy a coger un programa pero no quedan, en su lugar alguien ha dejado una blusa de tirantes de vichy en rojo y blanco. Decido llevármela, pienso que me vendrá muy bien para dormir fresquita.