nuevos amigos

jueves, 30 octubre 2025. Voy por la calle con la gati de mi hermana en los brazos, como si fuera un bebé. Alguien me pregunta por qué la he sacado de casa. le digo que quería que viera mundo, que en toda su vida solo ha visto cuatro paredes. La pongo en el suelo, pero se asusta. La abrazo, me araña.
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Estamos en casa de un amigo de Alberto. Su mujer está en la cama con una toalla en la cabeza tiñéndose el pelo. Esperamos. Llega peinada de peluquería. Le hablo de mis canas rebeldes en las sienes. Ella me enseña las suyas. Ambiente artificial/cordial. Él nos sirve un cuarto litro de ginebra en vasos enormes. A mí solo un dedo, digo (por no decir que jamás bebo ginebra) y al alargar el brazo lo derramo. Alberto coge lo primero que ve (un chal) para secar y todos gritamos, ¡Nooo! Oímos a un bebé. Está a punto de caer de la cama. Cabe en la palma de la mano. He aprendido en vídeos japoneses cómo hacer una cama de su tamaño con una toalla, digo. Me dan un pañuelo, pero no me sale bien. La mujer dice que quiere organizar una fiesta, que le encanta organizar fiestas. A mí me gusta imaginar cómo queda después la casa (mesas con copas vacías y desordenadas), pero solo imaginar, no me gusta organizarlas, digo. Se ríe. De repente estamos en nuestra casa y me fijo en que el parqué está quemado. También dice que tenemos que apuntarnos juntas a un gimnasio. De repente todos están vestidos con ropa deportiva, incluso Alberto. De repente estamos en la casa de mis padres. Todos en el descansillo equipados (incluido el bebé), esperándome. Intento llamar a mi hermana para decirle que no estaré en casa, pero el móvil no tiene teclas. Voy apagando luces. Alberto vuelve a encenderlas (han cambiado la puerta por una de cristal y quiere que crean que estamos dentro; también deja encendida la tele). La puerta tiene dos cerraduras y dos llaves planas muy raras. El ascensor (también nuevo) es una jaula con barrotes de colores tamaño ataúd. Bajamos de dos en dos. Pregunto al amigo si hay un sitio donde pueda leer mientras nadan. Hay, pero me advierte que su mujer ha reservado dos horas. Nunca me aburro, digo y le enseño La experiencia de Sergi Puertas y una libreta.