títere

viernes, 28 noviembre 2025. Llego a una casa enorme. Al parecer es de un chico muy joven que ha ganado mucho dinero de repente. La señora que me guía por las habitaciones habla de él como si fuera poeta, pero me extraña que un poeta pueda ganar tanto dinero. Entramos en su dormitorio y en un rincón veo una butaca de mareda pintada de rojo oscuro. Preciosa, parece muy antigua. Pregunto si puedo sentarme. Claro, dice la señora un poco sorprendida. Detrás, veo que hay otra habitación con unas veinte butacas más en distintos modelos. Hay mecedoras, y hasta una cuna. Cuando salimos de la casa nos cruzamos con el supuesto poeta. Es un chico muy joven y muy delgado con el pelo rizado. Va de una ahbitación a otra en monopatín. La señora le dice algo y él baja la cabeza. Pienso que es simplemente un títere. A las puertas de la casa hay basura en bolsas y, entre ellas, una butaca roja. La señora me dice que está rota y no sirve para nada. Le digo que me da igual, que yo puedo arreglarla. La cojo y me la llevo antes de que se arrepientan.
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Oigo ruido en la terraza. Al correr la cortina no hay terraza, hay un jardín muy descuidado con unas vallas de madera y tela metálica rota. Se han metido unos cuántos perros con sus crías y patos de distintos tamaños. Intento echarlos, pero mientras saco a uno los otros vuelven. No sé qué hacer con las crías. No quiero dejarlas sin sus madres, pero tampoco puedo quedármelas.
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Llego a la parte de atrás del caserón que había frente a la casa de mi abuela. Hay una fiesta. Me dicen que coma lo quiera, pero no hay comida por ninguna parte. El público se arremolina en una habitación muy pequeña para servirse algo parecido a ponche de color naranja. La dueña me dice que por fin han publicado el libro (como si yo supiera de qué va la cosa), que ha quedado precioso pero que pesa demasiado y no sabe si se venderá bien. Busco la salida, quiero irme de allí.