lunes, 31 diciembre 2012. Salgo de la casa de mis padres hacia el que fue mi colegio, he perdido el bus y tomo un atajo. El atajo parece una campo de batalla. Subo y bajo montañas de escombros, debo sortear piedras que caen, muros de alambre de espino, hasta tengo que caminar sobre troncos engrasados que giran. Unos metros antes de llegar, trepo por una tapia encalada y me dejo caer por un tobogán de cemento hacia una acequia vacía. Miro a mi alrededor. No sé dónde estoy, no sé qué hora es. No recuerdo dónde iba.