jueves, 21 agosto 2014. Helena tenía tres gatos y los había enseñado a abrazar. A la hora de despedirse me abrazaba. Después les hacía una leve seña a los gatos. Los tres se acercaban y me rodeaban con sus patas. Enrique bajaba mi maleta porque pesaba mucho y decía que la escalera no tenía luz. Yo, en el último momento, recordaba que le había comprado a Carmen un pañuelo azul. Abría la maleta en la acera y lo buscaba. Carmen, desde el balcón, le gritaba a Enrique que el color de su barra de labios era el 26.
media lechuga
miércoles, 20 agosto 2014. Al parecer tenemos que escapar a México. Sospecho de un amigo que lo ha preparado todo para colarnos en un barco. Le digo a Alberto que huyamos esa misma noche. Meto lo imprescindible en la mochila verde que llevaba a las excursiones del colegio. Lo imprescindible: un bol con agua y media lechuga, ropa interior. Alberto se enfada porque no he metido jerseys. ¡Allí es invierno!, grita. Al gritar se convierte en mi madre. Le digo que jerseys podemos comprar en cualquier sitio, pero que tenemos que irnos inmediatamente. Mi madre vuelca agua en el suelo y dice que no podemos irnos hasta que limpiemos bien toda la casa. Le grito que cuando nos pillen y nos encierren pediré que nos pongan lejos y que no volveré a acercarme a ella. Me pongo la mochila y me largo. Alberto decide escapar por la ventana, pero es un piso alto. Veo como se desliza por la pared hasta llegar al suelo. Parece que se ha hecho daño en un pie. Intento la misma jugada, pero me da miedo y me descuelgo hasta el piso de debajo. Así, piso a piso, voy bajando la fachada hasta llegar a la calle. Alberto se hace fotos delante del camión del amigo que iba a ayudarnos a escapar. Los amigos van a tomar algo, parece que estén de celebración. No veo a Alberto con ellos y pienso que quizá haya ido a robar el camión para huir. Corro hacia el garaje donde está guardado y encuentro a Alberto a punto de marcharse, pero no puede salir porque delante del garaje hay un enorme socavón. Ya sé, le digo, hay que atar esas cinchas rojas. Hago una especie de puente colgante, le pongo unas tablas y el camión pasa, al fin, por encima. Alberto me abre la puerta para que suba.
ataúdes blancos
viernes, 15 agosto 2014. Voy con Cristina por la calle, habla por el móvil. Me lo pasa, quiere que le diga algo a alguien, pero yo llevo una croqueta enorme en la boca que no me deja articular palabra. Llegamos a un puerto donde la gente mira al mar desde arriba, apoyados en una baranda oxidada. Una chica nos da un plano y subimos también a mirar. En el mar flotan, ordenadamente, cientos de ataúdes blancos.
letras para todos
jueves, 14 agosto 2014. Al llegar a casa veo en la calle a un montón de gente alrededor del portero automático. Un técnico les dice que se calmen, que hay letras para todos. Los vecinos le van diciendo qué letra quieren que aparezca como distintivo en su botón. Veo que algunos han elegido el logo de "I love..." y después la inicial de su mujer o sus hijos. Pienso que cuando me toque elegir a mí no sabré qué poner. ¿Algo que me guste o algo que los amigos distingan cuando vengan a visitarme?
careta de poker
domingo, 10 agosto 2014. Micah P Hinson vive en un ático frente a mi casa. Yo pongo sus discos para que los oiga, para que sepa que me gusta. Alguien me cuenta que su madre fue actriz y después enfermera. Una tarde me hace señas para que vaya a su casa, presenta a sus amigos y dice que jugaremos al poker. Antes de echar las cartas todos se ponen la misma careta. Me van a ganar seguro, pienso.
billar
no nos habíamos vuelto a ver
desde niños
tu casa era un bar
con una mesa de billar al fondo
al verme dejabas de jugar
me abrazabas
yo hundía las manos en tu pelo rizado
me parecía de lana
(martes 4 de agosto, 2014)
desde niños
tu casa era un bar
con una mesa de billar al fondo
al verme dejabas de jugar
me abrazabas
yo hundía las manos en tu pelo rizado
me parecía de lana
(martes 4 de agosto, 2014)
cantos redondeados
viernes, 1 agosto 2014. Van llegando distintos grupos de estudiantes y debo presentarlos, pero no recuerdo ningún nombre. Parece una ciudad diseñada para ellos (los bares son silenciosos y tienes salas de estudio). Entro en un sótano con dos mesas de cantos redondeados. Llega un estudiante, dice que siempre quiso tener una mesa de cantos redondeados. Yo también, le digo. Todo es frío. Empiezan a morir estudiantes en situaciones extrañas. Por ejemplo, el más joven se tira desde un primer piso sobre una bandeja con espuma blanca en llamas. Nadie dice ni hace nada. Después tengo que guiarlos para hacer un trabajo, se me van perdiendo por el camino. Consigo hacer una especie de caravana con ellos y les voy diciendo que recuerden el sistema métrico decimal.
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