viernes, 10 octubre 2014. He comprado algunas cosas y a la hora de pagar no llevo suficientes monedas. Las que le voy poniendo sobre el mostrador resultan ser fichas plástico, botones o antiguas pesetas. Mientras meto las cosas en la bolsa de Beckett se me rompe.
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Llego a lo que parece un cine. Mientras espero a que empiece la película los asientos se van convirtiendo en camas. Sólo hay chicas, charlan. Me levanto para irme. Una me pregunta si me acuerdo de ella. No. Otra pregunta por mi familia (al hacerlo tengo la visión del jardín de la casa de mi abuela en una reunión de verano). No sé cómo acabo explicándole que los días blancos me entristecen. ¿Los días nublados? No, los días blancos, los días sin sombras.