martes, 8 septiembre 2015. Me encuentro a Blanco al cruzar la Plaza de la marina. Hay unos 500 agentes para ordenar el tráfico. Tantos que los coches no pueden moverse. Todos llevan una cinta fluorescente rosa a la cintura. Blanco le pregunta a uno de ellos si han encontrado algo porque ha perdido cosas importantes. El agente no sabe nada. Yo estaba sentado allí, dice Blanco señalando un punto en el asfalto. Sí, han encontrado algo, dice el agente. Blanco y yo cruzamos. ¿Qué has perdido? Todo. ¿El móvil? También. ¿El portátil? Todo. ¿Por qué no le has dado detalles? Lo he perdido todo, ¿llevas dinero? Al meter la mano en el bolsillo, me doy cuenta de cómo voy vestida: pantalón y jersey de lana negras, y una capa anudada al cuello. Por la calle todos van vestidos de verano. Entramos en un bar muy pequeño. Pedimos dos cervezas. Cumpián está detrás de la barra, pero parece que no nos reconoce. Nos sirve dos copas de cava con muy poca cerveza. Sin embargo nos pone dos platos enormes de comida como tapa. Se nota que nunca ha sido camarero, pienso. Dos señoras muy mayores que estaban al final de la barra se lanzan a comer de nuestros platos. Comen a lo loco, manchándose las manos y la cara.