taxi-ducha

lunes, 28 diciembre 2016. Me estoy duchando en una ducha inteligente que suelta agua en el momento justo y en el lugar preciso según lo pienso: pienso pelo, un chorro perfecto cae sobre mi cabeza; pienso axilas, y chorro del pelo se cierra y me enfocan dos chorros horizontales. Y así cada parte del cuerpo. Los chorros de agua adormecen la piel. Me quedaría aquí para siempre, pienso. Al abril la mampara, la ducha resulta ser un taxi-ducha. Dos niños, desde los asientos delanteros, me dicen que se lo han pasado bomba. Supongo que han estado fisgando, pero me da igual. Tengo que volver a casa. Llevo el pelo mojado y la ropa hecha una bola entre las manos. No reconozco las calles ni me suenan los neones de las tiendas. Me siento bien.