un día feliz

miércoles, 23 diciembre 2015. Marcos y yo paseamos, de repente por el campo, de repente por calles. Entramos en lo que parece la tienda de un museo. Ángeles (que parece que trabaja allí) nos explica una serie de cestos con souvenires. Me mira como diciendo "¿Otra vez aquí?", aunque yo tengo la sensación de no haber estado nunca. De la tienda se pasa a un bar. Mis tías están pidiendo en la barra. Los presento, nos invitan a un chupito. Marcos me agarra para bailar. Esto parece una escena sacada de un musical, pienso, pero no le digo nada porque nunca lo he visto tan feliz. Nos sentamos en un puf muy bajo a ver una película, me voy resbalando. Marcos dice que me abrace a él y que me duerma si quiero. Cuando termina nos miramos y nos reímos porque ninguno de los dos ha entendido el final. Una chica desde una mesa (como si me hubiera leído el pensamiento), dice que hay dos películas más, por eso no hay final cerrado. Buscamos un teléfono para avisar (no sé a quién) de que llegaremos tarde. Date prisa, debe de estar muy preocupada, le digo a Marcos. El teléfono del bar tiene los números cambiados de sitio, algunos sólo son pegatinas, otros ni existen. Salimos en busca de una cabina. Por la calle le señalo edificios enormes y majestuosos (se supone que yo conozco esa ciudad). Atravesamos una iglesia. En un banco lateral hay cajetillas de tabaco apiladas. Un hombre con bigote me pregunta si lo puede hacer al revés (llevarse una; se supone que son donaciones). Se ríe, me río, salgo a una plaza y se ha hecho de noche. Aparecen Javi y Nacho. Nacho me da dos besos muy sonriente (no lleva barba y parece mucho más joven). Le pregunto a Javi si tiene móvil. No, pero dice que al fondo de la plaza hay una cabina. Marcos y yo los dejamos haciéndose fotos a la puerta de la iglesia y corremos para llamar por teléfono. La cabina parece un urinario. Mientras Marcos llama, paseo por la plaza (fea y triste, aunque es de día de nuevo). Otro Marcos, pero con gabardina, me pregunta si ya está llamando. Le señalo sus propios pies, a lo lejos, detrás de la cabina-urinario. Mientras miro a los dos Marcos, uno llamando y el otro levantando hojas al caminar, pienso que debe de tener mal genio al despertar.