jueves, 28 febrero 2019. Llegamos de noche a un descampado donde han montado una feria muy cutre. Mi sobrina quiere montarse en el gusano loco. La atracción no funciona y el gusano está aplastado. No sé si habrá gente atrapada dentro. Mi sobrina y yo nos miramos como diciéndonos: vámonos de aquí cuanto antes.
pares sueltos
martes, 26 febrero 2019. Bajo con mis padres en ascensor. En el portal, que es muy blanco, hay una caja grande con zapatos. Me acerco a mirarlos por si son para tirar. Sólo hay uno de cada par y todos de números diferentes. Pienso que es el muestrario de alguna tienda cercana. Me pongo muy triste al ver unas sandalias de tacón para bebé.
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Subo un monte entre árboles muy frondosos. Comienza a llover. Piso hojas secas mojadas. No miro el paisaje, sólo veo mis pies. Llevo unas alpargatas amarillas. Me paro junto a unas alpargatas negras que alguien ha abandonado. Al mirarlas, y verlas junto a las mías, parece que hay alguien a mi lado. Me gusta esa sensación.
besos medievales
viernes, 22 febrero 2019. Alguien hace una entrevista a poetas por parejas. Todas van disfrazadas con vestidos y joyas. Parecen sacadas de cuadros prerrafaelitas. Al final de cada entrevista, deben besarse ya que el programa se titula "Besos medievales". Lo miro todo desde lejos, como si en realidad no estuviera allí. Después bajo con Alberto a la plaza del pueblo. Hay un mercadillo ordenado en un rectángulo, los vendedores por fuera, como si estuvieran sentados a la mesa. Se supone que es un mercadillo medieval, pero venden cosas como relojes de bolsillo, Tupperware y Duralex.
tres días
martes, 19 febrero 2019. Un tipo muy parecido a Jack Nicholson tiene una novia adolescente que quiere dejarlo e irse de viaje con una amiga. Quiere donármelo para no sentirse culpable. Eso me dice: Te lo dono. Y me susurra el número de teléfono del supuesto Nicholson. Le digo que su novio es un borde, que lo he observado y no tiene sentimientos. Él me oye y se echa a llorar. Veo que lleva un libro en la mano con el título Cómo tener sentimientos. Le pregunto cuánto tiempo se quedará. Dentro de tres días vuelvo a Emiratos Árabes, dice. Me da mucha pena, lo abrazo. Pienso que, total, tres días no son nada.
trenza
sábado, 16 febrero 2019. Voy por el arcén de una carretera empujando una silla de ruedas. No le veo la cara a la persona que empujo. Le pregunto si nos habremos pasado de la parada. Dice que sigamos hasta la gasolinera. Por el camino voy pensando que llevo una trenza muy larga echada al lado y no sé si Gallero me reconocerá cuando me vea.
aldabón
sábado, 9 febrero 2019. Alguien nos invita a una fiesta de disfraces. Alberto dice que ya sabe de qué va a disfrazarse: de aldabón. Dicho y hecho, se cuelga de espaldas a una puerta y comienza a balancearse. Lo hace con tanta fuerza que cae al suelo y se parte el cuello.
cansancio
viernes, 8 febrero 2019. Llego a una estación. Me asomo desde la barandilla para ver si ha llegado el cercanías. Estoy tan cansada que me siento en el suelo, pego la cabeza a la pared y cierro los ojos. Si alguien cree que estoy pidiendo, me da igual, pienso.
calcáneo xxl
jueves, 7 febrero 2019. Voy a visitar a Chivite. Vive en un Mercante. En la cubierta hay unas mesas de madera tipo Icona. Nos sentamos a tomar unos pastelitos de naranja y merengue que ha preparado. Antonio pasa por nuestro lado y, sin pararse, dice: Ponedles canela. Chivite dice que va a regalarme un hueso de perro que hay colgado en la pared. Es enorme, casi tan grande como él. Lo descuelga, lo observa un rato y dice: Es un calcáneo. El calcáneo está en el talón, tendrá el tamaño de una nuez y ni siquiera sé si los perros tienen calcáneo, le digo.
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Entro por unas calles muy estrechas que forman un laberinto. En algún momento incluso debo ponerme de lado para poder pasar. Algunas no tienen salida. Llego a una plaza muy pequeña que me resulta conocida. De repente pienso que en otro sueño me hice una foto con alguien y se dejó olvidado un candado y unas llaves. Todavía están allí. Me las meto en el bolsillo, pesan muchísimo.
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Estoy fregando unos vasos en una fuente que hay en la acera. Unos chicos se me acercan para advertirme de que un tipo ha intentado quemarme el pelo. Les doy las gracias. Se ofrecen acompañarme a casa porque es de noche. En la acera de mi calle hay una fila de viejos orinando. Problemas de próstata, les digo riendo. Los chicos comentan que al día siguiente hay una charla sobre el cáncer de próstata y que podrían ir. ¿Estudias medicina?, le digo al que me lleva del brazo. No, sólo somos gamberros, dice. Pues deberías estudiar algo pero, por favor, no te hagas guardia cilvil, le digo.
virus gallifante
miércoles, 6 febrero 2019. Estornudo. Me sale de la boca una especie de gallifante de colores de tres cabezas que mide una cuarta. Menudo virus, pienso. Quiero deshacerme de él, pero al tener seis patas es muy veloz. Cuando lo alcanzo se divide en tres. Al que he cogido le abro un tapón de goma y se desinfla.
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Llego a casa de mis padres. Veo que se han dejado entreabierta la puerta de la terraza. Oh, oh, pienso. Efectivamente, se han colado unas palomas. Cuando intento echarlas, veo que también hay un pato enorme y tres perros. En el cuarto de baño hay escondidas dos chicas. Llevaos a los perros antes de que llegue mi padre, les digo. Todos salen hacia el ascensor. En el suelo hay un bulto bajo un trapo que muevo hacia afuera con el pie. ¿Es un conejo?, pregunta una de las chicas. Al destaparlo vemos que es búho. Les digo que lo dejen encima de un coche, que él sabrá llegar a su casa. Aparece mi padre con cara de pocos amigos. ¿Qué es eso?, señala uno de los sillones. Hay una manta con algo que se mueve debajo. Es otro perro. Mi padre corre a por una escoba.
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Estamos en mitad de calle Larios, en una mesa de oficina decidiendo algo. Yo no digo nada, me agobia que la gente esté pasando a nuestro alrededor. Ya está, dice Cristina. Empieza a pasar una procesión, les digo que mejor nos vayamos a casa. Cristina propone un debate sobre la incidencia del cáncer y cómo prevenirlo. Todos se van, Sólo quedamos ella, un chico y yo. Pues entonces nos tomamos una hamburguesa, dice. Me extraña que Cristina proponga eso. No sé cómo hemos llegado a un patio encalado donde Cristina tiene clase de zumba. Todas van vestidas de amarillo, con ropa hecha jirones. Bailan. El chico y yo nos quedamos al fondo. La profesora dice de repente: ¡Clase de cocina! Todas se ponen a amasar y hacen una especie de empanada rellena de queso.
pista de madera
martes, 5 febrero 2019. Estoy en una casa extraña. Hay gente que no conozco. Estoy empeñada en enseñarles el patio trasero (que se parece a la pista de patinaje que había en el parque del burrito), pero está tiene el suelo de madera agrietado.
espetos y bisagras
viernes, 1 febrero 2019. Voy por la calle en zapatillas y con un chándal blanco que parece un pijama. Noto que algo me aprieta en la frente y es que llevo la capucha puesta. Doy vueltas por la calle buscando el hotel donde se supone que estoy alojada (ya he soñado varias veces con estas calles y siempre estoy perdida). Paso por un parque infantil, una especie de plaza de toros. La arena está vacía, sólo hay niñas (ningún niño) y juegan en las gradas. Camino entre ellas intentando no pisarlas Una está disfrazada de negro, de los pies a la cabeza. Otra me dice que no me asuste. Va disfrazada de calabaza, dice. Le digo, condescendientemente, que siempre pensé que las calabazas eran naranjas. La niña se ríe. Salgo de allí cómo puedo, sin pisar a nadie, y llego a un solar pequeño lleno de escombros donde están asando espetos. La gente va con platos de sus casas para llevárselos. También hay quien se los come allí, en pie. Comen con ganas. Intento cruzar para llegar al hotel, pero detrás de los escombros hay una especie de charca maloliente. La señora que asa espetos me dice que pase sin miedo, pero me da asco meterme en zapatillas. Veo que una fila de turistas pasa por una escalera metálica que hay justo al lado. Los sigo. Un chico se ofrece a cruzarme el charco en brazos. Le doy las gracias y sonrío amablemente. El chico tiene una pierna más corta que otra y llevas muletas.
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Mi padre dice que va a quitar las bisagras de la puerta porque ha olvidado las llaves dentro, y esa es la única manera de volver a entrar en casa. No comprendo nada porque estamos dentro de casa. Mi padre quita las cuatro enormes bisagras con muchísima facilidad. La puerta comienza a tambalearse, temo que le caiga encima. Mi padre sostiene la puertas con una sola mano, como si fuera un forzudo de circo. Problema resuelto, dice.
zapatillas
sábado, 2 febrero 2019. Me pongo unas Converse blancas y, como en la película Las zapatillas rojas, comienzo a bailar de puntillas atravesando una cancha de baloncesto.
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