lunes, 1 julio 2019. Llego con Blanco a un edificio sin ventanas. Nos abre una chica con cara de malas pulgas. Blanco le dice su nombre, ella lo busca en una libreta y lo deja pasar. Vamos juntos, le digo y entro antes de que me lo impida. Hay un jardín enorme. Gente sentada en bancos de piedra, sillas de playa y toallas sobre el césped. Hay restos de basura como si hubiera habido una verbena. ¿Me deja que limpie, clasifique la basura y lo ordene todo?, le digo a la chica. La chica me agarra del brazo y me lleva donde están Blanco, Daniel y Ángeles. Podéis salir un rato, dice. Se supone que Ángeles tiene una depresión y está allí ingresada y para que no estuviera sola, Daniel ha decidido ingresar con ella. Me parece admirable. Salen por una puerta trasera. Corro tras ellos. Llego a una escalera donde un montón de cajas enormes, como de frigorífico, me impiden el paso. Bajo como puedo. En la calle, que es un descampado, hace calor. Dicen de coger un ferry, ir a la isla y volver. llevo a ángeles por el hombro, le hablo de la vida poniéndole delante tres dedos. ¿Ves?, hay tres caminos: el de los vivos, el de los muertos y el tuyo. Y tienes que vivir, le digo.