domingo, 22 enero 2023. Voy por la calle y, al llegar donde se supone que voy, me vuelvo porque he olvidado la llave. Aparece Alberto cargado de lo que parecen bártulos de playa. Le pido la llave con un gesto, me la lanza y me acerco a una persiana metálica muy oxidada. Cuando voy a abrir la llave no entra. Una chica llega con su novio y abre. le hago un gesto a Alberto para que entremos. No hay suelo, hay una pared cortada. la pared está hecha de tablones de donde salen manos y cabezas de hombres que gritan y jalean violentamente como si fueran el público de un combate. Combate no hay, hay un descampado allá abajo.
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Un tipo me pregunta desde su coche en marcha cómo llegar a un centro comercial donde vendan juguetes. Antes de poder responderle ya se ha marchado. Llego a casa (que no se parece a la mía) y busco entre unas cajas de juegos una posible dirección de dónde los compré, por si el tipo vuelve. Desde la terraza veo un avión que aterriza en la carretera. Las alas cortan varias casas por la mitad, también cables que prenden unos árboles y los árboles unos troncos que hay amontonados. Hago varios intentos llamando al 112, pero el teléfono no funciona. Por fin me atiende una chica, le cuento lo sucedido. Me pide el nombre de la calle. No lo recuerdo. La chica dice que va a preguntar a su novio y me deja en espera. Se va haciendo de noche, veo a la gente seguir sus vidas a pesar del fuego y el avión quieto allá arriba.