martes, 6 junio 2023. Mi madre dice que mi hermana ha desaparecido. Entro en su cuarto. Todo está manga por hombro. Sobre la cama hay un agenda. Le digo a mi tía que seguro que su exmarido sabe dónde está, que habría que llamarlo. Mi madre y mi tía se van a la cocina. Las sigo. Ordenan cosas como si nada. Sobre la encimera hay una fuente de horno. ¡Había bizcocho y no me habéis dicho nada!, les digo.
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Estamos en la acera como si estuviéramos esperando que pasara una cabalgata. Llegan unos jipis haciendo malabares. Llevan dos perros con patines en las patas traseras y monopatines muy pequeños en las delanteras. Los perros llevan gorra y gafas de sol. Asombroso, pienso. Busco en los bolsillos para darles alguna moneda, pero continúan su camino como si nada. Uno de los perros vuelve y se para delante de mí. Me hace la peineta con una de las patas y se va.
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Alberto y yo entramos en un taxi. Es enorme. No vemos al conductor porque está separado por una mampara. Me gustaba más cuando podía hablar con el taxista, le digo a Alberto, además, ¿cómo sabe dónde vamos y cómo vamos a pagarle? En ese momento entra una azafata regordeta. Nos pasa una especie de detector de metales (se supone que así sabe dónde vamos y ya nos ha cobrado el trayecto). En el taxi entran varias personas más, entre ellas una señora enorme que se echa sobre mí y no me deja respirar. Me gustaba más el mundo de antes, le digo a Alberto.