bañera

domingo, 23 julio 2023. Parece la antigua casa de la abuela de Odila. Bajo la escalera veo a Chivite. Lleva el pelo largo (me extraña porque me dijo que su madre se lo había cortado.) Está sentado en un taburete y lleva la cartera en bandolera, como si fuera a marcharse de repente. Buenos días, caballero, ¿me esperaba?, le digo en tono de broma. No dice nada, solo gira el asiento de vez en cuando. A su lado hay una estantería que, en vez de libros, tiene distintos tipos de pasta. El paquete de las espirales de colores está roto. Intento cerrarlo, pero cuanto más lo intento más caen al suelo. No sé qué hacer. Meto algunos en mi mochila, en los bolsillos, amontono otros sobre la mesa. Nada, como en un programa de humor, cuanto más intento ordenar más y más espirales caen de la nada.
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Estoy en casa de mis padres. Encuentro una nota de mi hermana que dice que volverá después de comer con una amiga. Miro la hora, la una y media. Voy al dormitorio y les digo a mis padres que es hora de levantarse, que se les va a juntar el desayuno con la comida. En ese momento aparece mi hermana con su amiga. Me echa en cara que mis padres sigan durmiendo y dice que vaya a comprar. De repente estoy en la calle con mi prima Elisa. Llevamos bolsas del supermercado. Unos pasos por delante vemos a mi hermana con una botella de agua de cinco litros en una mano y un bolso que parece pesar también cinco kilos en la otra. Vemos cómo deja el bolso en la acera y sigue andando. Lo recogemos. Al llegar al portal aparece mi tía Encarna muy joven paseando dos perros. Mira, mi Vicentito, dice. Veo a Vicente cruzar el portal. aparece Cristina. Me abraza, me pregunta si tengo tiempo. Tengo de todo menos tiempo, le digo. Pienso que mi padre se pondrá de mal humor cuando vea a los perros.
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Estoy en una clase con un montón de niños de unos diez años. La profesora me entretiene dibujando en un papel una cuadrícula con los nombres de los alumnos y un calificativo debajo. Se demora tanto que los niños empiezan a marcharse. Otros dibujan a lo suyo. Pienso que tendría que estar hablándoles de libros y poesía. Suena un móvil y la profesora me mira con mala cara. El mío no es, digo. Lo saco del bolso y se lo enseño (está partido por la mitad). Mi madre está en primera fila, y noto que se aburre. Cuando volvamos a casa tendré que comprar un móvil nuevo, le digo. Noto que no se encuentra bien, tiene arcadas. Le pongo delante una papelera para que vomite, pero es de rejilla. La dejo delante de una bañera que hay a un lado de la clase y me alejo unos segundos a por una toalla mojada para ponérsela en la frente. Al volver, la bañera está llena de agua y mi madre tiene la cabeza dentro. Se la saco. Pienso que se pondrá de mal humor al ver que el peinado se le ha deshecho. Le digo que escupa, que respire. Nada. De repente estamos en la calle. Pido ayuda. Nada. Le hago el boca a boca. Le digo que respire (primero a gritos, después se lo pido por favor muy flojito muchas veces).