jueves, 6 julio 2023. Se supone que tengo que recoger unas fotos en un caserón que hay en los montes. Está cerrado. Pienso que he llegado demasiado temprano y todavía duermen. Cerca hay otra casa más pequeña. Entro con naturalidad y me siento en uno de los sofás donde una familia charla animadamente. Uno de ellos (el actor Antonio Pagudo) cuenta algo gracioso. Al oírme reír se percatan de que estoy allí. Siguen a lo suyo, menos Pagudo que parece haberle gustado que le riera el chiste. La familia se va a sus cosas. Él me pregunta qué hago allí (le cuento). Dice que él está con su hija de visita (una niña con mucho pelo, como él en la serie de televisión). A ver si estás guapa sin flequillo, le digo. La niña se deja peinar. El padre dice que quedemos después, en la ciudad. Nos vemos después porque ahora tengo que ir a comprar queso, le digo. De repente estoy en un supermercado. Voy cargada de bolsas y llevo dos paraguas. Todo se me cae continuamente mientras busco la zona de los quesos. Cuando llego, mi número ha pasado. Un chico grita mi número varias veces. Al levantar el papel, se me caen los paraguas y el resto de la compra. Una señora coge mi paraguas y lo observa detenidamente. Es automático, le explico. La señora los tira con asco al suelo. Le digo al chico que me de un trozo de queso. Me tiende uno blando que parece moco. Lo prefiero curado. Me tiende uno amarillo con estrías que parece una piedra. Lo cojo por no decirle que no y me voy. Mientras camino hacia las cajas, busco un lugar fresco donde dejar el queso que no pienso llevarme a casa.