laberinto

miércoles, 31 enero 2024. Entro con un grupo a una casa que se supone vacía. Abrimos y cerramos puertas. No sé qué buscamos. Toda la casa está en penumbra porque las persianas están bajadas. En uno de los dormitorios me parece ver a alguien durmiendo en el suelo, bajo varios edredones. Doy aviso, digo que tenemos que marcharnos. Nadie me hace caso. Intento encontrar la salida, pero la casa cada vez está más desordenada, tiene otra distribución a cuando entramos, y hay ropa y enseres tirados por los pasillos.

crucifijo

lunes, 29 enero 2024. Alguien nos quiere vender un crucifijo enorme. No sabemos cómo librarnos del vendedor que entra y sale de su anticuario cada vez con más cosas.
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Cada vez hay más gente en casa de mis padres. Entran y salen. Se supone que es el cumpleaños de alguien pero no sé de quién. Llevo en el bolsillo unos pendientes envueltos en papel de regalo, pero no sé a quién debo dárselos.

bajo la cama

miércoles, 24 enero 2024. Se supone que estamos en un hotel de Santander. Se supone que el ventanal (enorme) de la habitación da a la playa, pero no se ve nada, la noche es completamente negra y no hay luces en la calle. Van a entrevistarme de una radio a través del ordenador. Hay una chica rubia con una melena muy rizada sentada a mi lado (no sé quién es ni qué hace con nosotros). Me habla sin parar, me pasa papelitos con poemas suyos para que los lea. Le digo que no haga ruido, que la atenderé en cuanto termine la entrevista. Se enfada muchísimo, se queja con Alberto. Alberto se quita la camiseta y pasa la aspiradora por la moqueta. Les digo que por favor no hagan ruido. No sé qué hacer, intento meterme debajo de la cama, pero debajo de la cama hay bolas de Navidad, tulipas de lámpara, medallas olímpicas y monedas.

luz roja

martes, 23 enero 2024. Alberto está  trabajando en casa. La pantalla del ordenador llena  de tablas con números. Me pregunta: ¿El año pasado que te dio más miedo la COVID o...? (y ahí hace una pregunta muy larga y enrevesada que puede resumirse en que apareciera alguien y dejáramos estar juntos). La segunda, le digo. Se sorprende muchísimo y sigue trabajando.
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Mi hermana dice que va a instalarme en el móvil un (no recuerdo la palabra, pero sí que en ese momento pienso que no tiene ni idea de lo que está diciendo). Le doy las gracias, le digo que prefiero dejar el móvil como está. Ella, muy contenta, dice: A papá ya se lo he instalado. Miro a mi padre, que está en la cama tapado hasta el cuello. Lleva una bolita brillante roja, una especie de pircing rojo, en la aleta derecha de la nariz.

morada

domingo, 21 enero 2024. Llegamos a un bar. Hay tres mesas juntas. Los extremos están ocupados. Alberto se sienta en la del centro y separa las de los lados. Pienso que a la camarera (con cara de pocos amigos) le sentará mal. Todavía no hemos pedido nada cuando nos lanza desde la puerta un plato con carne con tomate que se estrella en mi brazo. Como llevo una camisa blanca parece una herida. Los de la mesa de la derecha se echan las manos a la cabeza, dice que la denuncie. Las chicas de la mesa de la izquierda ríen la gracia. Alberto se levanta, lo sigo. Llegamos a un túnel muy sucio sin luz. Al andar noto que el suelo está cubierto de barro. A contraluz se distingue la figura de un pastor alemán del tamaño de un caballo. Intento avisar a Alberto para que no siga. Por más que grito no se vuelve.
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Se supone que estamos en Praga. Caminamos tranquilamente por la calle. De repente se hace de noche. Una chica (va con su marido y su hija) nos pregunta si somos españoles, que ellos lo son, que viven allí desde hace mucho tiempo, que si necesitamos algo se lo digamos y nos ayudarán encantados, que si queremos subir a cenar a su casa no tenemos más que decirlo. Los dice todo seguido sin dejar de sonreír. Noto que al marido no le ha hecho ninguna gracia la invitación de su mujer. Entran en un portal. Esta es nuestra morada, dice. En vez de portero electrónico hay fotos enmarcadas de los vecinos.

barba y bolso rígido

viernes, 19 enero 2024. Tengo delante a un tipo grande con barba muy negra. Le llega hasta el ombligo. Me fijo en que es Ferran. También tiene el pelo negro. No sé si he viajado en el tiempo o es un disfraz. No me atrevo a preguntarle.
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Voy en autobús. Pienso que me he equivocado de línea y me bajo en el Jardín de los Monos. Comienzo a bajar por Lagunillas pero las calles se estrechan (como en otros sueños) y se convierten en un laberinto de restaurantes tipo ramen. Cuando por fin consigo salir por la puerta trasera de la cocina de uno de ellos, noto que un chico está metiendo la mano en mi bolso. Dice que ha perdido algo dentro. El chico intenta camelarme diciéndome tonterías. De repente la escena se convierte en una película y solo veo las imágenes desde fuera. Se supone que Aitana Sánchez Gijón hace de mí y discute con el chico. Ahora están en un avión. Ella ha ido al servicio y él intenta abrirle el bolso con una navaja. Es un bolso de mano rígido con una cerradura muy complicada. Mientras él, en segundo plano, intenta abrir el bolso, ella en su asiento sonríe satisfecha sabiendo que no lo conseguirá.

trenzas

jueves, 18 enero 2024. Estamos en un habitación rectangular que tanto se transforma en aula escolar como en bar. Unos tipos hablan de un director francés. Ponen canciones de sus películas y a ratos representan una escena. Me sé todas las canciones y las canto bajito (en parte lo hago para que quienes están por allí vean que me las sé). Uno de los camareros/profesores/actores desde detrás de la barra del bar hacen un gag en el que se tiran cosas al ritmo de la música. Después tiran cosas inofensivas al público (una esponja, unos cacahuetes). Uno de los actores le tira lo que parece un taco de madera, del tamaño de una pastilla de jabón verde, a Andrés (está a mi lado). Le da en la cabeza. Andrés se mosquea muchísimo, se quita las gafas y se dispone a tirársela. Espera, le digo, luego las necesitarás, mejor tírale algo que no te sirva. Abre la mochila y está llena de gafas. Elige unas muy feas, enormes, de sol. Esas, esas, le va a doler y se lo merece, lo animo. De repente todo ha terminado y dos niñas se me acercan. Me preguntan si he estado en Francia, si es bonito, si hablo francés. Le digo que es muy fácil. Las niñas hacen un gesto con la mano. No les interesa, en realidad solo quieren que les haga trenzas como las de a actriz de la película.

zombies buenos

miércoles, 17 enero 2024. Leticia Dolera dice que quiere dar un paseo. Le pongo excusas, le digo que como no estoy en mi casa no puedo cambiarme para salir. Me mira, dice que estoy bien. Le digo que no podemos salir porque fuera hay zombies. Corro la cortina para que los vea. Efectivamente fuera hay unos cuantos zombies que con gestos nos dicen que son zombies pero buenos.
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Estoy en la cocina de un restaurante. No sé cómo he llegado allí. Intento salir pero no hay puerta. Encuentro un tubo con una rampa metálica que da a la calle, pero está llena de grasa. ¡Oh, has encontrado el sitio donde asamos la carne para hacer chivito!, me dice.

chanclas amarillas

martes, 16 enero 2024. Hay una reunión de poetas en un edificio vetusto cerca del puerto. Las siento en sus sitios, les pongo delante un cartelito con sus nombres y les digo que tengo que irme urgentemente a casa de mis padres. Salgo a la calle, se ha echo de noche. Intento correr, pero las puntas de los pies resbalan en la acera. Piensa que eres un guepardo, ¿cómo correría un guepardo?, me digo. Pienso que no avanzo nada, que menos mal que solo voy a casa de mis padres y están bien, que si tuviera que llegar rápidamente porque a Alberto le pasara algo, llegaría tarde. Pasa el C1. Subo. Alguien dice que ha cambiado de recorrido, que ahora no para en la playa. Una familia con hijos se quita en ese mismo instante las chanclas, las deja amontonadas en la plataforma del bus y bajan descalzos cerca de calle Larios. Me quedo absorta durante unos segundos mirando ese montón de chanclas amarillas que brillan en el suelo. Efectivamente el bus entra por una calle que no conozco y me aleja de la casa de mis padres. Bajo en la siguiente parada. Otra vez a correr.

trampolín

sábado, 13 enero 2024. Federico y yo estamos subidos a lo que parece un trampolín de tubos metalicos muy alto. Le digo con un gesto que no pienso tirarme. Se ríe. Bajo, como hacia cuando de niña iba con Nuria al puerto, agarrandome a las dos barras de la escala y dejándome caer. Se hace de noche de repente. Federico camina delante de mí. Me llama la atención que lleve unos zapatos color avellana. Comienza a llover. La gente que pasa por la calle corre a refugiarse en portales y marquesinas. Es de noche, las tiendas estan cerradas. Federico camina muy rápido hacia la entrada de una tienda de guantes y paraguas, se sienta en el suelo. Yo hago lo mismo.

luz

miércoles, 10 enero 2024. Llegamos a casa con Cristina. Es muy tarde. Cristina dice que no que irse sola tan tarde. Le digo que se meta en la cama con nosotros y se vaya por la mañana. Me doy cuenta de que en el dormitorio hay dos camas de matrimonio. No sé si ofrecerle la otra pista ella sola porque pienso que pasará frío.
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Llego a casa de mis padres. Es un piso tipo industrial (los muros son de cemento, la puerta metálica sin pintar). Ellos parecen no darse cuenta de que es otra casa. Me gusta más que el antiguo, la luz es cálida y perfecta. Los muebles también son distintos, modernos. Incluso hay una bicicleta en la entrada, junto a unos asientos que parecen de cine.

herederos

viernes, 5 enero 2024. Dos chicos de unos quince años van peleando por la calle. Se da empujones, se insultan. Me acerco, los separo. ¿No os da vergüenza?, se supone que tenéis que dar ejemplo, uno de los dos será rey algún día, deberíais hacer las paces delante de todos o pelear de verdad en un ring de barro.

espinilla gigante

jueves, 4 enero 2024. Hay una reunión familiar, la conversación me aburre y quiero escaquearme. Me levanto con la excusa de ir a buscar unos ovillos de lana (de los que se supone estaban hablando). Una chica me sigue. El dormitorio de mi hermana parece una leonera. Sobre el armario veo una bolsa con ovillos de lana rosa. También hay un corpiño de patchwork. La chica (tumbada en la cama revuelta y sin hacer, sobre ropa sucia), dice que me lo pruebe. Pienso que no me va a quedar porque es completamente plano. Aunque apretado, me queda (como le quedaba a La loca de Las chicas están bien que vi anoche). Voy al cuarto de baño para mirarme en el espejo. Al quitármelo, mis pechos tienen una hendidura horizontal enorme. Pienso que igual se queda para siempre y me da igual. Una de las paredes al baño es de cristal ahumado y puedo ver a la chica sobre la cama. Hago morusetas para saber si ella puede verme. Nada. Me entran ganas de hacer caca, sale por la vagina, ayudo a que salga con los dedos, aprieto como si entre mis piernas hubiera una espinilla gigante. También salen dos tampones sin el hilo del tamaño de un dedal y una especie de cápsula transparente que lleva una cuerda celeste y blanca alrededor (como si fuera un trompo). No estoy segura de si debo devolverla a su sitio, no estoy segura de si eso forma parte del cuerpo de las mujeres o es algo que entró en algún momento y ahí se quedó.

libretas y vendaval

miércoles, 3 enero 2024. Una chica deja su bolso en la acera y busca algo con prisa. Me enseña entusiasmada varias libretas iguales a unas que compré hace poco.
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Vendaval y lluvia. Camino con dificultad por la calle. Alberto va unos metros delante de mí, lleva un tablón enorme. Pienso que le sirve de contrapeso y por eso no se vuela. Yo no puedo avanzar, el viento me lo impide. Entro en un portal para no salir volando. Veo una bolsa de plástico duro, pienso que la gente lo tira todo a lo loco y no recicla nada. La cojo para echarla en el contenedor amarillo, pero todos están volcados.

teseo y congreso de filosofía

martes, 2 enero 2024. Llego a la librería Teseo, pero es un bar con terraza (hay varios y varias poetas). En la acera de enfrente veo la librería Teseo. No sé si es que se han mudado o es un espejo o yo estoy confundida. Veo, desde la Teseo-Bar cómo llega Oeste a la Teseo-Librería y le da un abrazo a la dueña. Tiene cara de cansado, pienso.
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Llego tarde a un acto. Doy un pequeño impulso y vuelo sobre un metro del suelo, entro planeando sobre los asientos y me siento en una de las últimas filas. Josemari está dando una charla. El público disfruta mucho, está ocurrente y dice cosas muy interesantes sobre filosofía. Un chico muy joven que está a mi lado, me enseña un libro, me pregunta si conozco a la autora y si creo que asistirá. Es un libro mío. ¡Soy yo!, le digo. El chico lo comprueba en la foto de la solapa. Se sonroja. Me dice que quería conocerme porque se ha reconocido en la novela. Soy el chico que describes que espera en la puerta del hospital, dice.

tacones

lunes, 1 enero 2024. Javi y yo estamos en un bar, en unos taburetes altos. Me dice que no me confunda, que no me ha ilusiones. No sé bien de qué habla, pero asiento. Nos levantamos. Miro nuestras sombras en la acera. Su sombra es la de una mujer con vestido de encaje y tacones.