martes, 16 enero 2024. Hay una reunión de poetas en un edificio vetusto cerca del puerto. Las siento en sus sitios, les pongo delante un cartelito con sus nombres y les digo que tengo que irme urgentemente a casa de mis padres. Salgo a la calle, se ha echo de noche. Intento correr, pero las puntas de los pies resbalan en la acera. Piensa que eres un guepardo, ¿cómo correría un guepardo?, me digo. Pienso que no avanzo nada, que menos mal que solo voy a casa de mis padres y están bien, que si tuviera que llegar rápidamente porque a Alberto le pasara algo, llegaría tarde. Pasa el C1. Subo. Alguien dice que ha cambiado de recorrido, que ahora no para en la playa. Una familia con hijos se quita en ese mismo instante las chanclas, las deja amontonadas en la plataforma del bus y bajan descalzos cerca de calle Larios. Me quedo absorta durante unos segundos mirando ese montón de chanclas amarillas que brillan en el suelo. Efectivamente el bus entra por una calle que no conozco y me aleja de la casa de mis padres. Bajo en la siguiente parada. Otra vez a correr.