jueves, 4 enero 2024. Hay una reunión familiar, la conversación me aburre y quiero escaquearme. Me levanto con la excusa de ir a buscar unos ovillos de lana (de los que se supone estaban hablando). Una chica me sigue. El dormitorio de mi hermana parece una leonera. Sobre el armario veo una bolsa con ovillos de lana rosa. También hay un corpiño de patchwork. La chica (tumbada en la cama revuelta y sin hacer, sobre ropa sucia), dice que me lo pruebe. Pienso que no me va a quedar porque es completamente plano. Aunque apretado, me queda (como le quedaba a La loca de Las chicas están bien que vi anoche). Voy al cuarto de baño para mirarme en el espejo. Al quitármelo, mis pechos tienen una hendidura horizontal enorme. Pienso que igual se queda para siempre y me da igual. Una de las paredes al baño es de cristal ahumado y puedo ver a la chica sobre la cama. Hago morusetas para saber si ella puede verme. Nada. Me entran ganas de hacer caca, sale por la vagina, ayudo a que salga con los dedos, aprieto como si entre mis piernas hubiera una espinilla gigante. También salen dos tampones sin el hilo del tamaño de un dedal y una especie de cápsula transparente que lleva una cuerda celeste y blanca alrededor (como si fuera un trompo). No estoy segura de si debo devolverla a su sitio, no estoy segura de si eso forma parte del cuerpo de las mujeres o es algo que entró en algún momento y ahí se quedó.