viernes, 25 abril 2025. Estoy en un restaurante con un grupo de chicas. Solo conozco a Cristina. La mesa es pequeña y estamos apiñadas a su alrededor. Pienso que cuando traigan los platos no cabrán y nos daremos con los codos al comer. Hablan sin parar. Yo no tengo nada que decir. Intento sonreír y asentir de vez en cuando. Alguien saca el tema de lo que lleva en el bolso y aprovecho para decir que yo llevo una estampa del Santo Perro. Noto miradas y risitas. Los busco para demostrarlo. No doy con él. Empiezo a sacar papeles cortados con dibujos infantiles. Dudo que sea mi bolso. Tampoco está el DNI ni la tarjeta de crédito. Llegan dos chicos, se sientan a la mesa. Cristina me presenta al que está a mi lado. Te presento a salvador, dice. Los miro y es Camilo. No entiendo nada. De repente Cristina se levanta. Todas la siguen. La despedida más veloz de la historia, pienso. Al salir no sé en qué ciudad estoy ni cómo volver a casa. Una chica (que resulta ser Thais Villas), se despide con un abrazo sincero, dice que ella me cree. En ese momento aparece la estampa del Santo Perro y se la enseño. Escríbeme, me dice. No me gusta molestar, mejor escríbeme tú, y le digo mi mail al oído.