jueves, 24 abril 2008. Voy a abrir una farmacia y necesito el permiso de unas monjas, las dueñas del edificio. Cuando las tengo casi convencidas, empiezo a oír la voz de Joe Strummer y no puedo resistirme a ponerme a bailar. Enrique, que acaba de aparecer por arte de magia, me acompaña. Las monjas me quitan de las manos los documentos y se van muy ofendidas.
caos
miércoles, 23 abril 2008. Intento ordenar los muebles, de la que era mi habitación en casa de mis padres, para que quepan todos y aún quede algo de espacio libre. A los pies de la cama coloco una estantería baja. En vez de poner libros, meto ordenadamente cosas circulares, entre ellas un cd con los mejores de Raúl y una lata de Nivea. Hago la cama con sumo cuidado, tratando de no dejar ni una sola arruga, pero la colcha es más pequeña que el colchón. En el armario hay mucha ropa que debo doblar. Me extraña que casi toda sea de color amarillo.
nobel
lunes, 21 abril 2008. Seamus Heaney escribe en un ordenador con teclado de madera. Me acerco y le digo a Héctor, que está de pie a su lado, que le traduzca mis palabras de admiración.
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Voy por la calle sacando fotos y de repente pienso que quizá no haya metido carrete. Entro en un portal, que en realidad es un cuarto de baño. Abro la cámara a tientas y trato de averiguar con los dedos si hay carrete y, en el caso de que haya, si se han impresionado las fotos. Mientras leo los negativos con la yema de los dedos, en casi todas las fotos salgo yo de vacaciones en la piscina de un hotel, pienso que no recuerdo haber estado nunca en ese lugar.
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Voy por la calle sacando fotos y de repente pienso que quizá no haya metido carrete. Entro en un portal, que en realidad es un cuarto de baño. Abro la cámara a tientas y trato de averiguar con los dedos si hay carrete y, en el caso de que haya, si se han impresionado las fotos. Mientras leo los negativos con la yema de los dedos, en casi todas las fotos salgo yo de vacaciones en la piscina de un hotel, pienso que no recuerdo haber estado nunca en ese lugar.
cita
domingo, 20 abril 2008. He quedado con Tesán en un puente. Llega en coche, no se baja. Hablamos así, él sentado dentro del coche y yo sentada en la baranda de piedra del puente.
garabato
sábado, 19 abril 2008. Héctor me cuenta que ha encontrado un trabajo a su medida. Me voy a dedicar a dirigir películas porno, dice. Mientras me cuenta esto, dibuja un garabato de un solo trazo, con muchas curvas, en un pedazo de papel minúsculo. Según va dibujando, yo relleno cada globo de curva con puntos. Él usa un rotulador negro y yo uno naranja. No decimos nada mientras dibujamos, pero los dos sabemos que no volveremos a vernos.
chinito de amol
miércoles, 16 abril 2008. Estoy en la cama con un niño chino pequeño. Intento hacerlo dormir, pasándole los dedos por los párpados una y otra vez. Lo hago con una ternura enorme. Cada vez que le paso los dedos por los párpados, los ojos se le van volviendo menos achinados.
pendientes y locura
martes, 15 abril 2008. En el patio de la casa de mi abuela hay una tele enorme bajo un toldo. Me siento en una hamaca de lona. Llega una niña y un niño y les digo que se sienten conmigo. El patio se convierte en la casa de Héctor. La niña es su vecina y tiene que irse. Me da su teléfono para que la llame, pero no soy capaz de apuntar los números correctamente a pesar de que me los dicta varias veces. Han llegado varios amigos de Duende, el hijo de Héctor. Mientras apunto el teléfono de la niña, uno de ellos trata de fotografiar mi libreta. Cuando la niña está apunto de marcharse, dice que se le ha caído un pendiente. Señalo uno de en suelo, pero al señalarlo, me doy cuenta de que todo el suelo está lleno de pendientes distintos.
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Alberto camina delante de mí. Veo que entra en un chino. Cuando yo voy a pasar, una señora enorme en bata me dice que tengo que dejarle la bolsa que llevo en la mano a pesar de ser una bolsa muy pequeña con el medicamento de la tensión para mi suegra. Me hace dejar la bolsa en unas taquillas que no se cierran. Alberto está mirando las estanterías. Le pregunto si ha encontrado lo que busca. No dice nada. Yo me entretengo mirando unas libretas encuadernadas en tela y un vestido precioso que cabe en un puño, pero cuando lo estiras no tiene arrugas. Pienso que yo no me atrevería a ponérmelo, pero que a Carmen Camacho le quedaría muy bien.
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Llego a casa y, sin encender la luz, compruebo si ha llamado alguien. Hay dos mensajes iguales en el contestador, uno de mi abuela y otro de mi madre. Las dos me dicen que están poniendo un documental sobre grafiteros en la tele y les parece que salgo yo pintando. Entro en la cocina y cojo un trozo de chocolate blanco. Antes de salir limpio unas manchas del suelo con el trozo de chocolate. Mientras lo hago, pienso en por qué hago eso y en que tendré que tirarlo, pero mi mano lo lleva a la boca a pesar del asco que me da. Noto que el chocolate tiene corteza y se ha convertido en queso.
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Mi madre está ingresada en un hospital. Ha bajado a la cafetería para que pueda visitarla. Vuelve a decirme que me ha visto en la tele haciendo grafitis. Un chico que parece conocerla se sienta con nosotras. Me pregunta cómo puedo aguantar esta allí, que él cuando va a ver a su madre se para la visita con los ojos cerrados. Le digo que yo no sólo lo miro todo sino que además apunto todo lo que veo para no olvidarlo. Saco la libreta y se lo enseño. El chico no entiende nada y se ha puesto tan triste que, para animarlo, le digo que se parece mucho a ese torero tan guapo. El chico dice que si de verdad es tan guapo, va a probar suerte haciendo anuncios para la tele. Se levanta y se va. Mi madre me cuenta que está perdiendo la cabeza y que ahora le ha dado por llamar Carmen a mi padre. Y, ¿sabes qué es lo peor?, que los de telefónica también le llaman Carmen; ahora todas las facturas llegan a casa de nombre de Carmen Nosequé, dice. Pienso que mi madre está perdiendo la cabeza. Le explico que seguramente estén abriendo facturas que no eran para ellos sino para una vecina. Se oye un murmullo al fondo de la cafetería y es que han puesto la tele. Cuando miramos, vemos que el chico de antes aparece haciendo esquí acuático en Venecia, anunciando una gencia de viajes.
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Alberto camina delante de mí. Veo que entra en un chino. Cuando yo voy a pasar, una señora enorme en bata me dice que tengo que dejarle la bolsa que llevo en la mano a pesar de ser una bolsa muy pequeña con el medicamento de la tensión para mi suegra. Me hace dejar la bolsa en unas taquillas que no se cierran. Alberto está mirando las estanterías. Le pregunto si ha encontrado lo que busca. No dice nada. Yo me entretengo mirando unas libretas encuadernadas en tela y un vestido precioso que cabe en un puño, pero cuando lo estiras no tiene arrugas. Pienso que yo no me atrevería a ponérmelo, pero que a Carmen Camacho le quedaría muy bien.
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Llego a casa y, sin encender la luz, compruebo si ha llamado alguien. Hay dos mensajes iguales en el contestador, uno de mi abuela y otro de mi madre. Las dos me dicen que están poniendo un documental sobre grafiteros en la tele y les parece que salgo yo pintando. Entro en la cocina y cojo un trozo de chocolate blanco. Antes de salir limpio unas manchas del suelo con el trozo de chocolate. Mientras lo hago, pienso en por qué hago eso y en que tendré que tirarlo, pero mi mano lo lleva a la boca a pesar del asco que me da. Noto que el chocolate tiene corteza y se ha convertido en queso.
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Mi madre está ingresada en un hospital. Ha bajado a la cafetería para que pueda visitarla. Vuelve a decirme que me ha visto en la tele haciendo grafitis. Un chico que parece conocerla se sienta con nosotras. Me pregunta cómo puedo aguantar esta allí, que él cuando va a ver a su madre se para la visita con los ojos cerrados. Le digo que yo no sólo lo miro todo sino que además apunto todo lo que veo para no olvidarlo. Saco la libreta y se lo enseño. El chico no entiende nada y se ha puesto tan triste que, para animarlo, le digo que se parece mucho a ese torero tan guapo. El chico dice que si de verdad es tan guapo, va a probar suerte haciendo anuncios para la tele. Se levanta y se va. Mi madre me cuenta que está perdiendo la cabeza y que ahora le ha dado por llamar Carmen a mi padre. Y, ¿sabes qué es lo peor?, que los de telefónica también le llaman Carmen; ahora todas las facturas llegan a casa de nombre de Carmen Nosequé, dice. Pienso que mi madre está perdiendo la cabeza. Le explico que seguramente estén abriendo facturas que no eran para ellos sino para una vecina. Se oye un murmullo al fondo de la cafetería y es que han puesto la tele. Cuando miramos, vemos que el chico de antes aparece haciendo esquí acuático en Venecia, anunciando una gencia de viajes.
calderilla
lunes, 14 abril 2008. Estoy llegando a casa de mis padres. Se me acerca Víctor, a quien hace años que no veo. Sin saludarme siquiera, me dice que se alegra de que dejara las drogas, que él también las dejó y ahora está muy bien. No sé de qué me habla, pero no digo nada. Víctor se pone de espaldas y rebusca algo en los bolsillos. Cuando se da la vuelta, se ha convertido en Luciano y me tiende dos monedas. Son dos monedas turcas muy brillantes y muy bonitas. Una tiene agujero en el centro. ¿No querías dos monedas que sumaran 10? Lo dice con una sonrisa tan grande, que no le llevo la contraria. No tenías que haberte molestado, le digo. Es sólo calderilla, dice.
nieve y balas
sábado, 12 abril 2008. Mi suegra critica la indumentaria de todo el que pasa por la calle. Y ésa es la peor vestida, dice, señalando a una chica que lleva la misma ropa que yo. Intento taparme con un mantel o una sábana que encuentro. Mientras, intento distraer su atención señalándole a unos niños que hacen bolas de nieve en la acera.
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Maribele, Purranki, Joan y yo, estamos cenando en casa de un chico al que no conozco. Para amenizar la cena, abre las ventanas y vemos pasar la ciudad como si fuéramos en tren. Al pasar por el cementerio, se detiene. Llaman a la puerta. Cuando el chico se levanta, vemos que se trata de un niño. Oímos una discusión y disparos. Entro en el dormitorio del niño y me escondo debajo de su cama. Los disparos continúan. Cuando salgo, todos están muertos.
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Maribele, Purranki, Joan y yo, estamos cenando en casa de un chico al que no conozco. Para amenizar la cena, abre las ventanas y vemos pasar la ciudad como si fuéramos en tren. Al pasar por el cementerio, se detiene. Llaman a la puerta. Cuando el chico se levanta, vemos que se trata de un niño. Oímos una discusión y disparos. Entro en el dormitorio del niño y me escondo debajo de su cama. Los disparos continúan. Cuando salgo, todos están muertos.
máquina enigma
viernes, 11 abril 08. Andrés me dice con mucho misterio que tiene que irse pronto a su casa porque va a construir una Máquina Enigma para Rafa. Yo miro de reojo lo que lleva cuidadosamente en las manos, y me parece una de zapatos, de lo más normal, pintada de negro.
ay torito guapo
miércoles, 9 abril 08. Voy por la calle con Caína. De repente corre hacia unos coches que hay aparcados y se abraza a una chica. Me la presenta, dice que es de su pueblo, Beas de Segura. La chica le sobresale de la solapa un broche enorme, una cabeza de toro de terciopelo adornada con lazos de colores. El toro me guiña, pícaro, cuando lo miro.
romeo
lunes, 7 abril 08. Félix Romeo ha alquilado un piso debajo del de mis padres. Llama al timbre y me dice que baje. Escribe un poema para que vea cómo lo haces, dice. Yo intento escribir en trozos de papel de embalar que hay sobre la mesa, pero sólo me salen palabras sin sentido y con una letra que no es la mía.
edimburgo y samoa
domingo, 6 abril 08. Voy por una calle de Edimburgo con Pepe y Beto. Para hacer una gracia, dejamos a la puerta de un bar una caja de zapatos con una calabaza dentro. Unos borrachos que salen del bar, al ver la caja, nos persiguen. Entramos en una tienda. Cuando voy a esconderme en uno de los armarios, Pepe y Beto me dicen que me busque otro sitio. Me escondo detrás de unas cortinas muy pesadas y en vez de encontrarme con una ventana o una pared, entro en un dormitorio. Pienso que debe de ser la casa del un cura, porque todo está lleno de adornos religiosos.
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Bajo con Darío de la mano por calle Ferrándiz. Al llegar al kiosco del Zayla, una chica que barre la acera me pregunta cuánto tiempo tiene. Al decirle que tres meses, me doy cuenta de que es imposible que el niño ande. Lo cojo en brazos. Al llegar a la Plaza de los monos, le pregunto cuál es su casa. Darío señala el único piso encendido del edificio del Samoa. La ventana está abierta y veo un cuadro que pinté, Rumbo norte, colgado del revés. En ese mismo momento aparece Andrés y coge en brazos a su hijo. Le digo que se ha portado muy bien. Andrés dice que antes de volver a casa pasaremos por la inauguración de una joyería. A la entrada, nos dan una copa. La mía, al ir bajando las escaleras, se vuelve enorme. Casi no puedo sostenerla, es un cubo de cristal finísimo. Doy un sorbo y me llevo un trozo de cristal con forma de media luna. Mientras yo lucho con mi copa-cubo, Andrés baila con Darío en brazos. Nos vamos, dice. Deberías llamar a Elisa, le digo, y en ese momento aparece Elisa. Forcejean por el niño. Elisa me enseña una foto de sus nuevas compañeras de trabajo. Pienso que es una foto trucada, porque las tres parecen globos de feria con caras de dibujos animados. Elisa lleva mi bolso rojo, que para su estatura le queda enorme. También le queda grande la ropa que viste, pero no le digo nada. Le dice a Andrés que tiene que volver al trabajo, que no olvide dar de comer al niño, y le pregunta si le quedan bien los pantalones. Te quedan muy mal, responde Andrés.
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Bajo con Darío de la mano por calle Ferrándiz. Al llegar al kiosco del Zayla, una chica que barre la acera me pregunta cuánto tiempo tiene. Al decirle que tres meses, me doy cuenta de que es imposible que el niño ande. Lo cojo en brazos. Al llegar a la Plaza de los monos, le pregunto cuál es su casa. Darío señala el único piso encendido del edificio del Samoa. La ventana está abierta y veo un cuadro que pinté, Rumbo norte, colgado del revés. En ese mismo momento aparece Andrés y coge en brazos a su hijo. Le digo que se ha portado muy bien. Andrés dice que antes de volver a casa pasaremos por la inauguración de una joyería. A la entrada, nos dan una copa. La mía, al ir bajando las escaleras, se vuelve enorme. Casi no puedo sostenerla, es un cubo de cristal finísimo. Doy un sorbo y me llevo un trozo de cristal con forma de media luna. Mientras yo lucho con mi copa-cubo, Andrés baila con Darío en brazos. Nos vamos, dice. Deberías llamar a Elisa, le digo, y en ese momento aparece Elisa. Forcejean por el niño. Elisa me enseña una foto de sus nuevas compañeras de trabajo. Pienso que es una foto trucada, porque las tres parecen globos de feria con caras de dibujos animados. Elisa lleva mi bolso rojo, que para su estatura le queda enorme. También le queda grande la ropa que viste, pero no le digo nada. Le dice a Andrés que tiene que volver al trabajo, que no olvide dar de comer al niño, y le pregunta si le quedan bien los pantalones. Te quedan muy mal, responde Andrés.
paspartú y cleo
sábado, 5 abril 08. Voy a leer poemas en un teatro. Cuando llego, el público ya está sentado. Al fondo veo a unos señores muy trajeados. No veo a nadie conocido y me da cierta pena. Cuando voy a empezar a leer, una chica me pone delante un paspartú que me deja ver una mínima parte de la sala como si fuera una foto pequeña.
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Alberto y yo llegamos en un coche muy pequeño, de plástico, a un barrio de casas bajas. Como en la calle no hay aparcamiento, entramos en una casa. Cuando llegamos hasta el final del pasillo, no podemos dar la vuelta. Me bajo del coche y entro en el salón de la casa mientras Alberto mete el coche en un cuarto de baño diminuto. En el salón hay una niña jugando. Me doy cuenta de que tiene los mismo juguetes que yo de pequeña. Dice que su juguete preferido es la muñeca Cleo.
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Alberto y yo llegamos en un coche muy pequeño, de plástico, a un barrio de casas bajas. Como en la calle no hay aparcamiento, entramos en una casa. Cuando llegamos hasta el final del pasillo, no podemos dar la vuelta. Me bajo del coche y entro en el salón de la casa mientras Alberto mete el coche en un cuarto de baño diminuto. En el salón hay una niña jugando. Me doy cuenta de que tiene los mismo juguetes que yo de pequeña. Dice que su juguete preferido es la muñeca Cleo.
piedra roja y tatuaje
viernes, 4 abril 08. Estoy con un grupo de ancianos en el campo. Parece que nos hayan bajado de un autobús para sacar fotos del paisaje. Lo veo todo en blanco y negro. Empiezan a llover piedras. Los ancianos se refugian bajo un árbol, también de piedra. Como son muchos y no caben todos bajo las ramas, comienzan a subirse unos a otros hasta formar una masa humana bajo el árbol. De entre la masa veo salir una mano. Es la mano de Toni. Ten, dice y deja caer una piedra roja atravesada por cuadros minúsculos blancos. La piedra roja es lo único que tiene color en ese paisaje.
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Entro en casa de mi abuela, cierro las contras de las ventanas de la puerta. Mi padre viene corriendo desde el fondo de la casa y me dice que ha bajado la temperatura hasta 18ºC. En la cocina hay varias bolsas de basura llenas de libros y revistas de cocina. Al intentar salvar alguna, me mancho los dedos de algo pringoso. Voy al cuarto de baño. Alberto está en la bañera con la cabeza envuelta en una toalla. Me envuelvo también la cabeza y me tumbo a su lado vestida. Mi suegra llama a la puerta. Llevamos un rato esperándote para cenar, pero ten cuidado no despiertes a mi hijo, dice. Me parece injusto que yo tenga que ir y él no. Al quitarme la ropa mojada, veo en el espejo que tengo un tatuaje alrededor del ombligo. Me horrorizo.
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Entro en casa de mi abuela, cierro las contras de las ventanas de la puerta. Mi padre viene corriendo desde el fondo de la casa y me dice que ha bajado la temperatura hasta 18ºC. En la cocina hay varias bolsas de basura llenas de libros y revistas de cocina. Al intentar salvar alguna, me mancho los dedos de algo pringoso. Voy al cuarto de baño. Alberto está en la bañera con la cabeza envuelta en una toalla. Me envuelvo también la cabeza y me tumbo a su lado vestida. Mi suegra llama a la puerta. Llevamos un rato esperándote para cenar, pero ten cuidado no despiertes a mi hijo, dice. Me parece injusto que yo tenga que ir y él no. Al quitarme la ropa mojada, veo en el espejo que tengo un tatuaje alrededor del ombligo. Me horrorizo.
semillas
jueves, 3 abril 08. Voy por la calle con un niño al que le doy de comer dos semillas blancas muy pequeñas que parecen de pimiento. El niño señala el fondo de la calle y vemos pasar a Joan con una bolsa de viaje. El niño y yo nos miramos felices. Ya ha llegado a su casa, decimos.
restos de pizza
miércoles, 2 abril 08. Estamos cenando con Purranki y Maribele. Tanto la mesa como las paredes son amarillas. Comemos quiche y pizza. Andrés sale de debajo de la mesa y se sienta a mi lado. Le digo que no queda comida, pero que entre todos haremos una pizza nueva. Con trozos que quedan sobre la mesa, hacemos un puzzle y sale una pizza nueva.
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