domingo, 14 julio 2013. Camilo y yo jugamos en un torneo de rana. La rana no está colocada en una mesa, está en alto, como si fuéramos a jugar al baloncesto. Es imposible que ganemos, le digo. Él tira unas fichas rojas al aire, no cuela ni una. A nuestro lado, una pareja de chicas, las mete todas. Cuando me toca tirar, mis fichas son de goma y al lanzarlas se quedan flotando en el aire.