lunes, 5 mayo 2014. Hago cola para entrar en un edificio. No hay ascensor, la barandilla de las escaleras está pringosa. Al llegar hay un patio en penumbra con unas gradas de piedra. Alguien me dice que busque un sitio para sentarme. Todo huele demasiado dulce. Un tipo aparece con una tarta enorme. Vaya, las guindas son de chocolate, digo. Aquí todo es de chocolate, dice mi compañero de mesa. Efectivamente, las piedras de las gradas, el suelo, la barandilla de antes. Hasta la hiedra que cubre las paredes, es de chocolate.