miércoles, 25 febrero 2015. He quedado con carmen y Enrique en el paseo marítimo. Los veo sentados sobre unas ruinas romanas. El cartel dice "No pisar", pero no dice "No sentarse", pienso. Helena corre hacia mí y me abraza. Está muy alta y lleva una melena lisa hasta la cintura. No te puedes imaginar el regalo que te he traído, le digo.
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Salo por un puerta muy pequeña al que era el recreo de mi colegio. Voy con dos personas más, llevamos unas bolsas de deporte enormes. Se quejan del frío, quieren marcharse. Me quito la ropa de abrigo e intento convencerles de que ya que hemos legado hasta allí, tenemos que hacerlo. Saco unas barras paralelas de la bolsa, armo en cuestión de segundos una especie de andamio. ¡Nos han pillado!, dicen y huyen. Sólo veo a lo lejos a unas niñas de uniforme. Las personas que me acompañaban han trepado por el andamio y entrado en el colegio por una ventana. Los sigo. La habitación está vacía y no hay puertas. Imagino que han escapado por la otra ventana. Calculo los metros hasta el suelo: 20 metros, me digo. Ya he saltado por esta ventana otras veces, pienso. Hay gente que pasa por la calle, algunos me señalan. Les digo que se aparten para no hacerles daño.