jueves, 12 febrero 2015. Mi madre ordena una habitación para mi hermana. No sé de dónde habrá sacado los muebles. Ella sola ha metido cuatro camas, varios armarios y tres mesas. Le pregunto si puedo reordenarla y quitar camas, por ejemplo para que haya espacio para moverse. Discutimos. A mí tampoco me cuesta mover muebles enormes. Mi hermana dice que está acostumbrada a tener cuatro camas. ¿Pero para qué? Vuelvo a dejarlo todo como estaba. Yo no pondría el ordenador junto a la ventana, digo. Si me lo roban ya compraré otro, dice. Salgo de allí muy triste.
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Tengo que leer poemas en un manicomio. Alberto dice que llegamos tarde y para acortar camino intenta bajar deslizándose por el tronco de un eucalipto. Desiste. Cuando llegamos ya es de noche. Mi hermana está en la puerta, esperando. Al acercarme se convierte en una niña de cinco años. Mientras Alberto busca la entrada, veo como algunos locos han escapado. Me pego al muro y protejo a mi hermana, le digo que no los mire a los ojos.