adn comestible

jueves, 5 febrero 2015. Subimos a la segunda planta de un bar en el que ya he estado en otros sueños. Un bar con sofás semicirculares al fondo donde también se cena. A la entrada sólo una barra. No sé qué pedir y no quiero beber cerveza. La camarera me trae una Fanta de naranja. me la bebo de un solo trago. En el fondo del vaso aparecen dos cubitos que parecen de plástico. Al sacarlos, uno de ellos se convierte en una especie de estructura comestible de ADN.
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Calle María. Le explico a alguien que esa calle me produce felicidad. Mírala bien, le digo. Hacia atrás y hacia delante sólo hay luz y sol. No me hace caso. Al llegar a Rodrigo de Ulloa, la casa donde viví de niña no existe. Ahora hay una plaza enorme con edificios que parecen sacados de una película de ciencia ficción. Los edificios se mueven a una velocidad increíble como si fueran ascensores gigantes.