sábado, 28 octubre 2017. Un hombre vende pastillas sobre un tapete en la acera. Otro hombre se acerca entusiasmado, quiere comprárselas todas. ¿Seguro que son buenas? Las mejores drogas de la ciudad, responde. Hasta yo, que no soy ninguna experta, puedo reconocer que son pastillas efervescentes para limpiar dentaduras y Aerored.
mandarinas negras
viernes, 27 octubre 2017. Había mandarinas sobre la mesa, pero tenían piel de aguacate.
polvo de agua
domingo, 22 octubre 2017. Mi madre dice que tengo que ir a limpiar el polvo al piso de un vecino. El piso está justo debajo del de mis padres, sin embargo la distribución de las habitaciones es distinta y lo que se ve desde el balcón es otra calle. Paso el dedo por un mueble. El polvo son minúsculas gotas de agua. Hay un pájaro negro muy pequeño suelto por la casa. Sobre una mecedora hay un cojín que se transforma en una especie de osito. Se me agarra a la pierna como un koala. Entre uno y otro no me dejan trabajar. A pesar de que los tres vamos de un sitio a otro, todo sucede como en una película muda. Empiezo a pensar que el vecino está escondido en alguna de las habitaciones. ¡Sal!, le digo al pájaro moviendo los labios, sin emitir ningún sonido. El pájaro sale por la ventana de la cocina. ¡Vuelve a tu mecedora!, le digo al osito. Al soltarse de mi pierna, un cojín cae al suelo.
jardines inundados
viernes, 20 octubre 2017. Me encuentro a Juano por la calle. Corre con mucha dificultad. Parece que huyera de alguien. Miro hacia atrás, pero las calles están vacías. Ven si quieres, dice. Corro tras él. Subimos cuestas empinadas hasta llegar a una urbanización de casas con jardín. Juano salta las tapias, enchufa las mangueras, abre los grifos para que se inunden los jardines. Después caminamos lentamente de vuelta a casa.
orden gris
lunes, 16 octubre 2017. Un hombre con abrigo gris me enseña su casa. Hay fotos enmarcadas con su familia hasta en la cocina. Abre incluso los armarios para que compruebe lo ordenados y felices que son. Se quita el abrigo, intenta besarme. ¿No eras tan feliz con tu mujer, tus hijos y tus armarios ordenados? El hombre se vuelve a poner el abrigo y me acompaña a la puerta para que me vaya.
canción
domingo, 15 octubre 2017. Alberto quiere leer algo que ha escrito contra los obispos en una iglesia. Dejamos el coche en un parking improvisado. Llegan autobuses llenos de feligreses. La iglesia está a oscuras. Los asientos son pequeños muros hechos con piedras, simplemente puestas una sobre las otras. Tienen agujeros. Parecen letrinas. Alberto despliega un rollo de papel enorme. No sé si va a leer o a cantar. Pienso en que el coche está demasiado lejos si es que tenemos que huir.
gato sin orejas
jueves, 12 octubre 2017. Voy en el tren de cercanías. La última parada cerrada por obras. Bajamos en un túnel. Me despisto del grupo y llego a un descampado con montones gigantescos de tierra muy negra. Unos operarios me ayudan a subir a uno de los montones con forma de esfera. La tierra es tan compacta que puedo subir como si escalara una pared de piedra, pero al ser una esfera uno acaba por resbalar. La vista es impresionante, valió la pena, pienso mientras caigo.
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Purranki quiere por su cumpleaños una cámara nueva para rodar cortos. ¿Eso no es una cámara?, le digo señalando la que tiene en la mano. Sí, pero esta sólo graba historias de los dedos de mis pies.
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Estoy en una casa-cubo muy blanca con las paredes translúcidas. Un gato sin orejas que mira con cara de pena. ¿Tienes hambre? Y el gato asiente con la cabeza. Salgo a todo correr porque es tarde. Al llegar al supermercado me doy cuenta de que no llevo dinero. ¿A qué hora cerráis?, pregunto a dos niñas que hacen pan. No cerramos, dice una echando la persiana. Vuelvo a casa a toda velocidad, pero llevo botas de agua y se me salen al correr. ¿Me da uno?, dice un chico con el que me cruzo en la acera. Me miro el brazo. Llevo varios Donuts rosas a modo de pulsera. Le doy dos. Al llegar a casa cojo al gato en brazos y se transforma en un bebé con los ojos verdes, preciosos. Me pregunta si los Donuts son para él. Me sorprende que sepa hablar porque no pasará de 3 meses. Llega Manuel con un montón de gente. Al parecer hay una fiesta en marcha. Manuel tiene los ojos del mismo color que el bebé. Me pregunto si será suyo. Como si pudiera leerme el pensamiento, el bebé me dice que sí, que es su padre, pero desde ahora vivirá conmigo.
metamorfosis de ida y vuelta
martes, 10 octubre 2017. Estoy con mi abuela en el patio del Palacio Episcopal como si fuera la terraza de un bar. Aparece Enrique. Le digo a mi abuela que se fije en sus ojos. Los ojos de Enrique son negros al sol y verdes a la sombra. Enrique se transforma en Chivite. Su mujer saca de un aparador dos tortillas. Si tenéis invitados no vamos, le digo. Chivite se transforma en un teléfono de baquelita. Me cuenta que lo pasó muy mal cuando lo echaron de todos los foros de internet. Lo borraron todo, se queja, pero ahora estoy muy bien. Le digo que noto perfectamente cundo está bien o mal. El teléfono vuelve a ser Enrique. Le pregunto si conoce la canción "Los mil chinos de Murphy". Me explica que, en realidad, Murphy estaba en un concierto y aparecieron, por error, mil chinos con pancartas protestando por algo. Ahora todo el mundo usa el término "los mil chinos de Murphy" para cualquier cosa y sin ningún sentido, dice. Ahí al lado, por ejemplo, hay un restaurante que se llama así. Voy a ver el restaurante. Bajo por un túnel vertical hecho en la acera agarrándome a una escala. Al llegar abajo, llego a un pasillo igual de estrecho donde hay que andar a gatas. Las paredes están empapeladas en tonos verdes. Oscuridad, humedad, calor. A pesar de todo está lleno. En las mesas hay cuencos con fideos. Subo muy lentamente porque me queda muy justo y casi no puedo respirar.
mudanza
domingo, 8 octubre 2017. Tengo que mover unas estanterías y ordenar los muebles del que, se supone, será mi cuarto. Las estanterías son enormes y pesadas. Llega Francis y se sienta en una silla plegable. No me has abrazado, dice mientras muevo una mesa enorme. Aparece Cumpián. Está más delgado que nunca, parece un alfiler la lado de esas enormes estanterías. Anda ve, me dice, yo me encargo de mover esto.
tres pesadillas
jueves, 5 octubre 2017. Vamos en el coche. Supongo que Alberto se ha pasado la calle a la que íbamos porque da marcha atrás y circula a una velocidad enorme. Tanto es así, que caigo en el asiento de atrás. Lo espero mientras sale a hacer algo. La ventanilla tiene una cortina retráctil oscura. Eso llama la atención de unas niñas que se acercan a mirar. La levanto, les digo que se vayan. Una se sienta en el lugar del conductor. Comienza a tocarlo todo. Temo que quite el freno de mano y el coche ruede cuesta abajo. No consigo que salga. La agarro de los pelos, la amenazo. Me dicen que volverán con su familia a matarme.
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Un niño pone sobre la mesa una jaula con un animal adorable. Me fijo en que también hay un tigre del tamaño de un gato. Lleva una especie de salchichón en la boca. Se acerca a uno de los animales a adorables y se queda muy quieto. El animal adorable saca una lengua de camaleón que se queda pegada al salchichón. El tigre aprovecha para meterse la cabeza del animal en la boca. Se lo come. Le grito al niño que haga algo. El niño mete la mano en la jaula y el tigre también se la come.
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Llego corriendo a la estación. Avisan de que el tren saldrá en dos minutos. Elijo destino, meto las monedas y el billete sale partido en tres. Se lo llevo a un hombre con pinta de vago que hay en una taquilla. Pongo el billete roto sobre el mostrador. El hombre me da un paquete de chicles y me hace un gesto mafioso para que me calle y me largue. Oigo que llega el tren. Elijo destino de nuevo, meto los chicles por la ranura de las monedas y sale un billete para un viaje por valor de 600 euros. A mi lado, un padre y un hijo leen un plano y dicen no tener dinero para sus billetes. Les doy el mío y le digo que corran, que el tren sale ya. El tren ya se ha ido, me dicen señalando el tren todavía parado en la estación.
falso tren
miércoles, 4 octubre 2017. Voy en un tren sin asientos. Por las ventanas se ve Bangkok. Unos niños suben y bajan a lo loco. Les digo que tengan cuidado. Se ríen. Uno me dice que el tren no es un tren, es un vagón varado en la playa, y lo que veo por las ventanas una película. Decepción. Me bajo del falso tren y entro en un bungalow. Mis padre acaba de llegar del trabajo, mi madre pone la mesa. Parecen muy jóvenes. Mi hermana habla por teléfono sentada en el brazo del sofá. Está desnuda. Le digo que debería vestirse. Si no le da vergüenza estar desnuda delante de papá. Me mira sin comprender. Se pone un albornoz y dice que va a bañarse a la playa. Es de noche. Estoy agotada. Me tumbo en una especie de catre que hay en mitad de la habitación. Veo a un tipo enorme ir y venir por la playa, hablando a gritos por su móvil. Da miedo. Viene hacia el bungalow, cierro los ojos, se sienta al borde del catre y me sopla al oído. Me hago la dormida. Tintinea unas llaves. Es Emilio. He traído el coche, dice. Veo que ha aparcado dentro del bungalow, que ahora está decorado como el comedor de la casa de mi abuela. Alberto me espera dentro del coche. El catre se ha convertido en una bañera. Emilio dice que antes de irnos tiene que cortarme las uñas de los pies.
ciénaga
lunes, 2 octubre 2017. El parque de Málaga es una ciénaga. Hay excursiones guiadas en autobús. Los árboles no dejan que la luz del sol llegue al suelo. Desde la ventanilla distingo a unos niños desnudos jugando entre el lodo. El recorrido termina junto a una cancha de baloncesto. Alguien me dice que necesitan ayuda. Al parecer, las lluvias lo inundaron todo y hay que retirar la gravilla que cubre el suelo. De entra la gravilla sale un caimán enorme. Me quedo muy quieta, pasa de largo y se mete bajo un catre que hay en un rincón. No sé cómo resbalo y quedo tumbada en el suelo con los pies bajo el catre. ¡He pisado al caimán, no puedo moverme, tirad de mí!, les digo. Pero no queda nadie.
cazuela horno
domingo, 1 octubre 2017. Le llevo a Míchel una bolsa con regalos. No son regalos, en realidad son amuletos para que apruebe un examen. Voy sacándolos uno a uno. Primero una cazuela-horno. Después otras cosas pequeñas, entre ellas un anillo con clavos y una figurita de San Pancracio. Debes meterlo todo en la cazuela-horno y ponerla al fuego, le digo. Pero el San Pancracio es de goma y se derretirá, protesta. De eso se trata, San Pancracio dará la consistencia necesaria a tu suerte. Míchel sonríe y me da las gracias, pero no parece muy convencido.
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