sábado, 12 enero 2019. Parece que hay una fiesta en la capilla del colegio donde estudié. Aparece mi tía Encarna con una recua de niños, incluso uno en cochecito. Les va preguntando cosas. ¿Raíz cuadrada del coseno de 2?, dice. ¡Pues 2!, responde mi sobrino Abel muy satisfecho. ¡Muy bien!, gritan todos y se suben a uno de los bancos de la capilla para celebrarlo con abrazos.
+
Estoy hablando con un tipo en la acera. Es muy pesado y quiero irme. Comienzo a alejarme de él como en una imagen en picado, y de repente estoy en una terraza de un décimo piso, por lo menos. El tipo capta la indirecta, se sube a su moto y desaparece. Es de noche y todas las terrazas están cerradas. Supongo que duermen. Pienso que siempre ha sido más fácil subir que bajar, así que bien podría trepar hasta la azotea, darle una patada a la puerta y bajar a la calle en ascensor. Quizá la patada despierte a los vecinos, pienso. De repente, me doy cuenta de que en la casa de la terraza donde estoy hay una fiesta. parece que todos se despiden y se van. Todos son muy ancianos. Me confundo entre ellos tapándome la cara y caminando torpemente. Subimos a ascensor. Una vez en el portal, me miran con asombro. Salgo a la calle y huyo.