viernes, 29 marzo 2019. Alberto y yo salimos de un edificio hacia el parque. Le voy contando lo bien que me ha ido el día. Una chica se acerca, me pregunta dónde he comprado los zapatos. Me siento en un escalón, me quito uno para que se lo pruebe. La chica rompe la punta del zapatos. Lo tira con desprecio. Son de cartón, dice y se va. Cuando estoy diciéndole a Alberto que el día empieza a torcerse aparece Marcos. Repite la frase que acabo de decir. Al volverme, veo que tiene la cara quemada como si le hubiese explotado un tarro de tomate. No le digo nada. Intento consolarlo sin nombrarle las quemaduras. Llegamos a casa. Estamos en la cocina. Hay varias personas que no conozco y cuando las miro reducen su tamaño. Llegan a convertirse en personas-bombonas de butano, pero con ropa. Alberto dice que tengo algo en la espalda. Al quitarme la chaqueta veo que me han pegado un montón de folios donde se burlan de mis poemas. Me desmayo.