domingo, 23 junio 2019. Bajamos a la bodega de un barco donde, se supone, hay una cena. A la entrada hay unos monitores donde aparecen vídeos confusos sobre horóscopos. Se supone que a cada uno nos han asignado un horóscopo y un personaje famoso del Hollywood de los 50 y debemos adivinar cuál es nuestra mesa. Más de la mitad de los invitados se marchan, otros se sientan en cualquier sitio. Pasa el tiempo, los invitados protestan o se duermen. Les explico que hasta que no estén todos no empezará la fiesta. En mi mesa está Cary Grant, dice que tiene sed. Yo tengo delante un vaso de Duralex con sidra. Le pongo la mitad en su vaso. Lo siento, le digo avergonzada.
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Llego a los bajos de un edificio ocupado. Se supone que estoy en Brasil, que ese lugar aparecía en un anuncio y he ido hasta allí para verlo. No es para tanto, pienso. Al volver, un grupo está desayunando en una grada de cemento. Están dispuestos como si fuera la última cena. Incluso están inmóviles. Cuando paso por delante se ríen. Estábamos posando para la foto de despedida, me dice Oeste, dese el centro de la grada.