saenredam

lunes, 22 marzo 2021. Entro en un autobús con mi padre, mi abuela y mi madre. Se sientan mirando al conductor (yo voy de pie). Mi padre, en vez de pagar, le da un cuadro muy parecido a Santa María de Utrecht de Saenredam que el conductor cuelga a su lado como si fuera la pared de su casa. Mi abuela y mi padre comienzan a contarle intimidades (mías). Mi abuela, por ejemplo, le dice que tengo la casa llena de fotos de Beckett. Explico que exagera. Mi madre no dice nada. Por una parte me gusta verlos jóvenes y guapos, tan dicharacheros; por otro, quiero que el autobús arranque de una vez pero parecen no tener ninguna prisa. Le hago un gesto a mi madre para que nos bajemos. Mi madre se levanta y me sigue. El autobús tiene tres escalones entre dos puertas y, al bajar, quedo atrapada entre las dos. El autobús arranca. Intento empujar la puerta que da a la calle, pero no se abre. Vuelvo a hacerle señas a mi madre para que abra la que da al autobús. No parece oírme ni verme. Mira al infinito con una expresión tristísima, ajena a todo.