miércoles, 15 septiembre 2021. Camino hacia una estación de tren. Alguien pasa a mi lado con prisa, dice que el tren plateado ya llega. Corro para no perderlo. La estación está entre barro y charcas. Una chica salta y cae en una de ellas. Intento hacer lo mismo y acabo ensuciándome hasta las rodillas. Consigo entrar en el tren cuando ya se ha puesto en marcha. El tren está hecho de tablas de madera. Me doy cuenta de que he olvidado la maleta, sólo llevo una cartera de colegio muy vieja. Aparece la revisora y comienza a pedir los billetes. Busco en mi cartera, pero sólo hay dos DNI caducados y dos o tres papeles con apuntes para poemas. Miro a mi alrededor por si pudiera esconderme. Un chico muy parecido a Juan Marqués, como si leyera mis pensamientos, le cuenta a la revisora, al oído, mis planes. Le explico que entré con el tren en marcha, que seguramente mi maleta esté en el andén, le enseño lo que llevo en la cartera. La revisora, que se parece mucho a Sara Mesa, se apiada de mí. Dice que me acompañará durante todo el viaje por si llega el jefe de los revisores. El chivato, Juan Marqués, se cruza de brazos y se va a un rincón con un enfado propio de los cuatro años.