carnaval

lunes, 14 marzo 2022. Estoy en un gran almacén junto al mostrador donde están las cajas para pagar. Las chicas están muy ocupadas porque todo el mundo quiere que les envuelvan las compras para regalo. Cuando me toca, no encuentro la tarjeta de socia, tampoco la de crédito. Vuelco la cartera sobre el mostrador y le pido a la chica que me ayude. La chica tiene una paciencia extraordinaria. El chico que está a mi lado dice que ahora vuelve, que le guarde el sitio. Miro al suelo y veo que hay tarjetas caídas, pero ninguna es la mía. La jefa de las chicas que cobran está cruzada de brazos y nos mira mal. El chico vuelve con su mujer y su hijo en brazos. ¿Eres el que se ha ido hace un momento? Su mujer responde por él: Sí, policía municipal residente en Fuengirola. No entiendo su respuesta pero me da igual y sigo a lo mío. Finalmente encontramos las tarjetas y puedo pagar. En realidad, como solo entré por hacer tiempo, he comprado una cosa muy pequeña (no recuerdo qué) que vale menos de un euro. La chica, no sé si por hacer la broma, lo mete en una bolsa enorme. La jefa bufa y se acerca, me invita con la mirada a que me vaya. Qué dependienta tan amable, le digo, para que no le eche la bronca. Al salir, es de noche y no reconozco la ciudad, tampoco sé dónde ir. Camino, me cruzo con gente joven disfrazada. ¿Será carnaval? Unos chicos con máscaras y túnicas me rodean, me empujan hacia dentro de un edificio. Hay una especie de baile. Una señora con su hijo pequeño en las rodillas me dice que con la mirada que me siente a su lado. Tiene cara de estar pasando miedo. Haz lo que te digan, dice. En un momento en el que nos quedamos solas, me dice que nos escondamos tras una puerta. La mujer ha olvidado a su hijo en la silla. Me retiene cuando voy a ir a por él. Hay que dejarles algo, si no irá a por nosotras, dice. No comprendo que llame algo a su hijo, no comprendo que prefiera salvarse ella. No comprendo nada. (Me despierto con un terrible dolor de cabeza).