miércoles, 30 marzo 2022. Mi madre camina muy rápido por la calle. Va con otras personas. Lleva un abrigo verde que le queda grande y la hace parecer aún más pequeña. Yo voy unos pasos atrás, custodiándola por si le pasara algo. Veo que se sienta en el bordillo de la acera, agotada. El grupo sigue adelante sin reparar en ella. Me acerco como si me la hubiera encontrado por casualidad. No te preocupes, yo te llevo a casa, le digo. La cojo en brazos como si fuera una niña de dos años. Pesa lo que pesaría una niña de dos años.