infusión

lunes, 20 marzo 2025. Estoy en casa de mi abuela. Me extraña que la luz del comedor esté encendida. Me acerco a apagarla con una infusión en la mano. Suena el móvil, no lo veo por ninguna parte. Noto que sale del vaso. El móvil está dentro. Los saco y lo seco lo más rápido que puedo. Respondo y, milagrosamente, sigue funcionado. Es Chivite. Le cuento lo ocurrido como una gracia, para que se ría, pero no hace ningún comentario. Con voz seria me dice que tiene que entregar un trabajo y necesita ayuda. Vanessa y yo vamos a su casa para ayudarlo. La mesa está desordenada, llena de papeles. Escribo varios folios, Vanessa hace dibujos. Él no para, de un lado a otro, se levanta mil veces, se le ve preocupado. Llega su hija Bea y se sientan a charlar. Le digo que así no podemos trabajar. Responde que da igual, que nos paga y nos acompaña a la parada del bus. Le digo que no pienso cobrar a un amigo, que lo he hecho solo por ayudar. Salimos a la calle. Como es muy tarde, decido ir quitándome los pantalones para, cuando llegue a casa meterme directamente en la cama. En semáforo cambia. Ellos cruzan. Yo tengo los pantalones atascados en los tobillos. Me los subo a toda prisa para poder cruzar, pero no me da tiempo. Ellos se alejan. Yo me quedo esperando que el semáforo cambie de nuevo.