nísperos y cuatrillizos

viernes, 19 diciembre 2026. Acompaño a Cumpián, ha quedado para comer con su familia. Veo un árbol y le digo: ¡Mira que nísperos más grandes! Se ríe a carcajadas, son naranjas. Dice que los nísperos le gustan si se los dan ya preparados, que son un incordio a la hora de pelarlos porque la piel de las semillas deja la boca áspera. Llegamos a una tasca muy acogedora donde ha quedado con su familia. Ami dice que me quede, pero mis padres me están esperando. Uno de sus hermanos, al otro extremo de la mesa, la bendice. Cumpián pone mala cara. Le digo que son tantos hermanos que es normal que hayan salido tan dispares. Cuando llegó a casa de mis padres ya están esperándome para comer en la terraza. La terraza no tiene el cristal que la separa de la de los vecinos. Los vecinos ya están comiendo y no son otros que Cumpián y su familia. Ami pone una lona entre las dos terrazas. Para que tengáis intimidad, dice. Mientras mi familia come, le echo un vistazo a un libro que voy a regalarle a mi sobrino Abel. El libro de las maravillas. Es de segunda mano y hay anotaciones de su antiguo dueño. En la última página hay un sobre con llaveros, muñecos y pegatinas. Dudos si comprarle otro a mi sobrino Darío, aunque creo que ya es mayor libros así.
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Salgo de un coche que va hasta arriba de pasajeros. Le dijo Alberto que no se olvide de rellenarme la botella de agua para la excursión. Dice que tenga cuidado, que parece que va a llover. En ese momento se pone a llover, saco mi sombrero de agua de la mochila y me lo pongo. Por la calle todo el mundo me mira y yo me siento muy orgullosa de ser tan precavida. Llegó a una plaza que tiene un desnivel de unos diez metros. Dudo si saltar. Le pregunto a un grupo de chicas cómo se llega al otro lado. Dicen que hay que rodear la plaza a través de una galería, que dentro hay un hotel y cafeterías preciosas, que si quiero desayunar con ellas estoy invitada. Me encantaría, pero tengo que llegar pronto a casa de mis padres y cambiarme de ropa porque he quedado para ir El chorro con mis amigos. Al salir, veo una cafetería enorme con decoración años 20. Pienso que quizás sea la cafetería que me recomendó Perkins. Solo hay una chica tomando té con pastas. Sela ve relajada y feliz. En un rincón hay un camarero exquisitamente uniformado, pendiente por si ella necesitara algo. Siento cierta envidia porque sé que yo no sería capaz de estar sola en un sitio así, entreteniendo a un camarero solo para mí. Al salir de nuevo a la calle, ha dejado de llover. Pienso que no sé qué ropa me pondré para la excursión. Si me pongo vaqueros pareceré una aficionada y si me pongo ropa de senderista pasaré 
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Sonia hace las tareas de la casa. Me cuenta que está contentísima de haber tenido cuatrillizos, que así no tiene que quedarse embarazada de nuevo. Le digo que sí , que ha tenido mucha suerte. El primero un niño, la segunda una niña, el tercero gay y el cuarto lo que él/ella decida. Lo raro es que quien está en la cama, descansando del parto, es Míchel.