martes, 16 octubre 2012. Alberto y yo estamos viendo el fútbol en un bar. Unos tipos quieren cambiar de canal y buscan el mando entre las mesas. Alberto lo esconde y nos vamos a casa muertos de risa. Por el camino nos encontramos a mi suegra y mi cuñada que han salido de compras. Un perro pequeño va con ellas. El perro hace cacas en mitad de una acera. Mi cuñada dice que eso no puede quedarse ahí, pero los tres siguen su camino. Busco dos cartones para recogerla. Cuando me acerco, veo que la caca tiene forma de perro. Sosteniéndola entre dos cartones la echo a un contenedor. Mientras tanto he perdido de vista a Alberto y su familia, no reconozco las calles, ha oscurecido. Veo a lo lejos a alguien disfrazado de rey mago. Cuando se acerca se quita las barbas y el turbante: es Carmen López. Le cuento el episodio en el que me he perdido por culpa de una caca con forma de perro. Se ríe. Dice que la acompañe a su casa para coger el coche y así me lleva a casa. Vive en una cada enorme con las paredes y el techo de madera, en el salón hay varios niveles, varios sofás y varios teléfonos. Desde una cristalera enorme se ve un patio donde un grupo de chicas ensaya sobre una pasarela. Ya te dije que mi casa daba a una escuela de modelos, dice. Carmen se ha puesto a ordenar cuentas de collar, hace montoncitos por colores. La ayudo. Pienso que Alberto estará preocupado, pero no me atrevo a llamarlo desde ninguno de los teléfonos ni a decirle a Carmen que me lleve a casa.