viernes, 2 noviembre 2012. Salgo de una casa mata en la que, se supone, vivo. En toda la calle hay casas matas, parecen recién encaladas. Por la acera de enfrente veo a un tipo vestido como si anduviera sobre la nieve, incluso lleva unas botas altas atadas a unas raquetas. Me viene la imagen de Tolstoi. Me fijo bien en él y reconozco a Fernando. Veo que busca mi casa, que llama a la puerta equivocada y pregunta por mí. Intento cruzar la calle, le hago señas, grito su nombre, pero a pesar de que es una calle estrecha ni me ve ni me oye. Pienso si estaré soñando o estaré muerta o. Oigo una voz que dice: Sólo estás metida en una burbuja espacio-temporal.
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Como un sandwich junto a una ventana. Se supone que la ventana da al patio de la casa de mi abuela, pero a veces veo pasar una playa, unos turistas o el mar, como si en realidad estuviera en el camarote de un barco. En la habitación hay más gente que no conozco. Encuentro un pelo en el sandwich. Como lo ha preparado mi madre y no quiero dejarla mal, lo tiro al suelo con disimulo. Empiezo a encontrar más y más pelos, pero no digo nada. Mi tía se acerca, le grita a mi madre que menudo sandwich de pelos ha preparado. Coge toda una maraña del suelo y los pone sobre la mesa. Mi madre no dice nada. Voy a la cocina a beber agua, por no pelear con mi tía. Cuando vuelvo, le está contando a mi madre, tranquilamente, que ha comprado una armadura para pintarla de blanco y colocarla junto a la cama.