colocada

miércoles, 30 noviembre 2016. Vamos en caravana por una carretera de montaña, detrás de unos coches. Oscurece de repente. Los coches desaparecen y vemos a una chica tendida en mitad del asfalto. Tiene una postura extraña, de lado, como si durmiera, el pelo le tapa la cara. El pelo parece una peluca. Está demasiado colocada para haber sufrido un accidente. No hay sangre ni vemos magulladuras. No entiendo que los coches que iban delante no se hayan parado ni hayan pasado por encima al encontrársela de repente. Pienso que no deberíamos salir del coche, que podría tratarse de una emboscada, pero no digo nada.

blanco piernas

martes, 29 noviembre 2016. Por la imagen, da la sensación de que estoy en huelga o pidiendo a la puerta de una iglesia. Sólo estoy descansando, tumbada en los escalones con una manta sobre las piernas. Se acerca Corcobado y señala la manta. Habla, pero no puedo oírlo, sólo veo que mueve los labios. Me levanto a saludarlo. Me doy cuenta de que sólo llevo una camisa masculina blanca, las piernas desnudas, y vuelvo a tumbarme. Él sigue hablando, parece triste. Mis hijos, le oigo decir. De repente estamos en la casa de mis padres. Yo, en la misma posición, pero en el suelo. Corcobado dice que necesita una ducha. Puedo oírlo. Me levanto y le señalo dónde están las toallas. Me mira de arriba a abajo. Me miro las piernas, las tengo blanquísimas. Tú siempre con las piernas desnudas, me dice.

vértigo

domingo 20, noviembre 2016. Tengo que coger el tren de cercanías, hay una fila enorme que va por varios pasillos, de lo que fue un jardín, entre setos secos y barandas oxidadas. Al entrar en las vías, una chica uniformada dice que me he equivocado de fila. En vez de dar la vuelta me propone subir a una tapia y caminar sobre ella como un funambulista hasta llegar a mi andén. Subo, la tapia es tan estrecha que se balancea con mi peso, me quedo con trozos de cemento y tubos oxidados en las manos. Intento agarrarme a las ramas de un árbol, pero siento vértigo. Le digo a la chica, y a toda la fila que me mira, que voy a bajar.
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Estoy en una semiesfera de tela muy blanca en lo alto de una noria. Veo la playa llena de gente que espera. Al parecer todos están allí para ver la salida del sol. Quiero bajar, voy pidiendo permiso a cada ocupante de su semiesfera, baja pasar de una a otra hasta llegar al suelo. Una chica dice que no con una sonrisa enorme. Pienso que no me ha entendido, que creerá que quiero ocupar su semiesfera. Se lo pregunto en inglés y me dice "Of course". Llego por fin al paseo marítimo. Una señora extremadamente delgada, doblada como si hubiesen hecho papiroflexia con ella, me pide que la despliegue. Lo hago. Me cuesta mantenerla en pie por ser tan delgada. Cuando voy a alejarme para ver l salida del sol, me dice: No te vayas, todavía me tienes que enseñar a volver a caminar.

evolución

jueves, 17 noviembre 2016. Parece que hay una reunión o fiesta en el comedor de la casa de mis padres. La mesa está abierta, sobre el mantel quedan restos de comida y copas vacías. Oigo ruido de fondo, pero sigo en el hall, sin querer entrar. Veo una araña en la pared, intento aplastarla con un artilugio que no sé de dónde ha salido (una especie de zapatilla de cuadros con un palo). De repente, la araña, no es una son más de veinte. También hay orugas del tamaño de un dedo. Me da asco aplastarlas, pero temo que se metan por todos los rincones. De un hueco de la pared que nunca había visto, sale una salamanquesa que, según se acerca a mí, se va convirtiendo en una iguana enorme. No puedo moverme, sólo hago un movimiento brusco con el cuello para evitar que me muerda la cara. (Me despierto con un enorme dolor de cuello).

jaqueca

jueves, 10 noviembre 2016. Estoy con Joan esperando para subir a un avión. Me doy cuenta de que voy en pijama y me ha venido la regla. Temo manchar los asientos. Joan me mira como diciendo: No pasa nada.
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Parece que visitamos un museo de piezas de cristal. Lo raro es que en la tienda de souvenires vendan morcillas, unas morcillas gelatinosas que saben a carne cruda. Camino con los amigos por la calle, les pregunto dónde iremos la próxima vez. Después de darle un bocado a la morcilla, la escupo en la acera. Repugnante.
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Parece un palacete abandonado. En los salones sólo hay restos de molduras doradas y papel despegado sobre los desconchones de las paredes. Empezaré por arreglar el jardín, dice Alberto muy animado. Lleva puesto una especie de mono de lana muy viejo. Pienso que se enredará en las matas secas. Como si pudiera escuchar mis pensamientos, se quita el mono y me tiende la mano, sonriente, para que lo ayude.

karate a muerte

sábado, 5 noviembre 2016. Estamos en un bar que parece, a ratos museo, a ratos teatro. Alguien me regala un cuadro de madera con relieves muy antiguo. Si lo pongo en horizontal parece una caja para guardar piedras en cada departamento. Si lo miro en vertical, es sólo un precioso cuadro. Una chica intenta quitármelo. A mi pesar, comienza una pelea a puñetazos (empieza ella). Siento un odio primigenio, como si llevara aguantándomelo demasiado tiempo. Gano yo. Creo que en algún momento llego incluso a escupirle. El problema es que debemos volver a casa en el mismo coche. Si esto sigue así, va a parecer Karate a muerte en Torremolinos, pienso. En ese momento veo pasar a Camilo con unos amigos. Intento hacerle señas, que me vea, que me saque de allí.

el centro de la tierra es una patio de luces

martes, 1 noviembre 2016. Han construido una ciudad subterránea. Es la inauguración. Azafatas uniformadas te indican por dónde debes ir. La ciudad es un laberinto de túneles recubiertos de tela plastificada que se abomban cuando caminas sobre ellos. Casa túnel lleva, escrito en alemán, el nombre de una calle. No se ve ninguna lámpara, sin embargo la iluminación es perfecta. A pesar de conducir al centro de la tierra tendrán la sensación de estar al aire libre, dice una de las azafatas. Me aburro. Al desviarme del camino acabo en una plaza con una rotonda llena de basura. Al otro lado hay casas que cuelgan sobre un foso de agua. De unas casas a otras hay cuerdas para tender la ropa. Algunos se lanzan de cabeza a pesar de que el agua tiene un color oscuro horrible. Se les ve felices.