miércoles, 22 noviembre 2017. Un tipo me persigue. Me escondo en una casa. Cuando intento cerrar la puerta él empuja desde fuera. Comienza a romperla con un hacha enorme. Es conocido de la familia. Cuando estamos todos reunidos, les cuento lo que me hizo. Nadie me cree salvo mi hermana que me da un papel con números de teléfono. Son psicólogos, me aclara. (Me despierto muy agobiada. Vuelvo a dormirme). De nuevo el mismo tipo, pero con un compinche, nos acorralan a Alberto y a mí en un centro comercial. Levanto una mesa como si no pesara nada y la coloco patas arriba delante de Alberto como parapeto. El compinche me lanza diminutas flechas que se me clavan en el brazo. Dice que son láminas de chocolate blanco envenenado, que no dejarán rastro cuando se deshagan con el calor de mi piel.