lunes, 20 noviembre 2017. Parecen unos grandes almacenes de segunda mano. Alberto camina muy rápido delante de mí, como si supiera exactamente lo que busca. Tengo sensación de déjà-vu cuando me cruzo con una señora muy vieja que rebusca entre bolsos de tela y unas monjas que pelean por unas maltas tan grandes como ellas. Llegamos a la sección de pantalones. No queda ninguno. Alberto me mira con cara de "te lo dije". Un hombre muestra un pantalón de campana muy feo con estampado de escamas amarillas. Dice que pagará dos millones de pesetas a quien le encuentre unos iguales. Pienso que quizá hemos viajado en el tiempo. Una chica me da unas monedas inglesas, tiene prisa, dice que la llame por la noche para contarle cómo termina la historia del pantalón. Se las devuelvo. Le digo al hombre que busque en imágenes de Google describiendo el pantalón y seguro que aparecen varios parecidos. No veo a Alberto. Mientras busco la salida me cruzo con unas monjas que tallan figuritas de madera. Pregunto qué animalitos tienen. Una de ellas me pone la mano en el hombro y comienza a contarme la historia de la Alhambra. Dice que fue descubierta por una mujer. Quiero irme de allí. Corro por una calle empedrada hasta llegar a un descampado. Alberto me espera junto al coche. Ni pantalones ni animalitos, le digo muy sonriente.