miércoles, 31 enero 2018. Hablo con alguien sobre el momento en que el ser humano empezó a andar erguido. Le hablo de las cosas que nunca sabremos: el momento exacto de las primeras veces de las cosas no personales, como cuál fue la primera palabra de la humanidad. Le hablo de que ahora mismo, con tanta evolución y tanta tecnología, tampoco tenemos ni idea de las primeras veces de nada. Por ejemplo de la primera mentira. O la primera vez que alguien se echó una carrera con un autobús, me dice. En ese momento recuerdo que llego tarde a casa de mis padres, echo a correr. Veo pasar el C1. No me da tiempo, pienso. Corro cuesta abajo, un coche me golpea a doblar una esquina. De repente estoy en una especie de discoteca estrecha. Por megafonía avisan de que el autobús saldrá en unos segundos. ¿Estoy dentro?, ¿he ganado la primera carrera contra un autobús de línea?, me pregunto.
anillo tatuaje
miércoles, 24 2018. Estoy sentada frente a Antonio. Parece un bar, aunque no hay nadie más, ni siquiera camareros. ¿Y ese anillo?, pregunta. ¿Te acuerdas de aquel anillo celta que te regalé?, respondo. Dice que no se acuerda, que seguramente se lo regalaría a alguna novia. No sé cómo explicarle que me hubiera gustado recuperar aquel anillo cuando murió, pero como me pareció imposible, intenté sustituirlo por ese que llevo ahora. No quiero decirle que está muerto por si no lo sabe. No sé cómo explicarle que ese anillo es lo más parecido que encontré a uno de sus poemas. Lo miro, está esperando mi respuesta. Iba a hacerme un tatuaje, pero pensé que era mejor comprar este anillo, le digo al fin.
mochila verde
lunes, 22 enero 2018. Hemos quedado con los amigos en El Chorro. Nos esperan allí. Cuando llegamos se están tirando al agua desde unas piedras. Nos saludan. Para llegar hasta donde están abrimos una verja y pasamos por un sembrado de tomateras. Hemos alquilado un bungalow. Todos están listos para salir menos yo. Mientras paso las toallas y los bañadores a la mochila, les cuento que me la compró mi madre cuando estaba en 6º EGB. Cuando me vuelvo ya se han ido. No sé qué hacer, no me sé el camino.
palotes
viernes, 19 enero 2018. Un chico está parado en la acera con su bicicleta GAC. Cuando le digo que es preciosa me dice que es muy antigua, que al menos tiene dos años. Le cuento que yo tenía una igual de niña, pero en rojo, y que esa bici tendrá al menos treinta. De repente estamos sentados en la terraza de una cafetería muy desangelada. El dueño, a la vez que dice que no tiene nada, nos pone sobre la mesa unos cafés y un plato de churros. Le digo a una chica muy triste que se siente con nosotros e intento que entable conversación con el chico de la bici. Llega Alberto, dice que acaba de ver una película donde salía un mono llamado "Simpatico" (sin tilde) que se parecía a Francis y que a partir de ahora le llamará así. Aparece Francis. Pregunta de qué estamos hablando. Le hago un gesto a Alberto para que no diga nada, pero empieza a contarle la película. Pienso que cuando llegue a la parte en que le ha puesto el nombre de un mono habrá una batalla de sillas volando en plan "saloon" del oeste. Me siento cara a la pared y voy dibujando palotes para saber después cuánto ha tardado en comenzar la pelea.
canica
lunes, 15 enero 2018. Llego a un edificio de Gran Vía. Se supone que ahora vivo allí. Hay un chico con carpeta en la puerta. La puerta está cerrada. Subo dos escalones muy estrechos, empujo y se abre. Caigo hacia atrás. Casi me estampo en la acera, le digo al chico. Nos reímos. Entramos, él va a la entreplanta donde parece que hay una academia. Me tiende un papel con nombres y fotos de la misma academia en Edimburgo. ¿Te acuerdas?, dice como si ya nos conociéramos. Le digo que nunca he hecho ningún curso de escritura. Llegan dos chicas. Me saludan como si me conocieran. Entramos a una cafetería que hay en la entreplanta. Tiene moqueta oscura y el techo muy bajo. Parece que celebran algo. hablan de que quieren ser escritores. Les digo que sólo vivo en el último piso, pero seguro que coincidimos alguna vez, que cuando quieran pueden subir a la azotea. ¿Eres vecina de algún futbolista famoso?, me pregunta una de ellas. Suena un timbre, entran a clase, me despido. Me ha dado vergüenza decirles que yo también escribo. La próxima vez, pienso. Subo, las escaleras son anchísimas y están llenas de topa y juguetes tirados. Cojo una canica pensando en dársela a Ibán y un bolsa con varios muñecos Doraemon. Pienso en que quizá no sean para tirar, sino que los niños del bloque juegan en las escaleras. Dejo todo como está. Las plantas no tienen número y no sé en cuál estoy. Subo y bajo varias veces buscando mi casa.
caracoles a la piedra
viernes, 12 enero 2018. Un tipo y yo buscamos el encuadre perfecto para grabar algo en el portal de la casa de mis padres. Lleva un abrigo negro largo. Se parece a Gert Fröbe en la película El cebo. La calle está en obras, hay un agujero enorme donde alguien ha colocado piedras. Esa parece un hueso, le digo. Nos acercamos. No me atrevo a tocarlas. Él las va separando del montón. Debajo hay cáscaras de caracoles, como si alguien los hubiera cocinado y comido allí mismo. Tenemos que irnos. Elige la que parece un hueso y me la da. Es muy pesada y no quiero cargar con ella. Le digo que la dejaré en el buzón de mis padres y la recogeremos ala vuelta. El buzón es largo y muy profundo. Al fondo hay una bombilla azul encendida. Al dejar la piedra me raspo la mano con los bordes metálicos.
curling
jueves, 11 enero 2018. Alguien presenta un libro. El público llena todo un campo de fútbol. No sé cómo consigo sentarme en primera fila. Antes de que empiece el acto, de repente, me entra una tristeza enorme. Me marcho. Llego a un pasillo con muebles barrocos y espejos. Es muy largo, no avanzo nada y quiero alejarme lo antes posible de allí. Doy un pequeño salto y me deslizo a un metro del suelo como si fuera una piedra de curling voladora.
terremoto
miércoles, 10 enero 2018. Estoy en casa de mi abuela. Mis tías llevan ropa de colores que no es suya. Pareces veinte años más joven, le digo a una de ellas. La otra me dice que arregle la mesa. La mesa es una tabla de planchar. Estoy sentada en el suelo y noto un terremoto, pero nadie más lo nota. El cuarto se transforma en una cafetería. Una chica se alegra mucho de volver a verme. Le pregunto dónde nos conocimos. En un sitio muy desagradable, dice. Me cuenta que tenía un examen y yo mentí por ella para que pudiera hacerlo otro día. Le cuenta a todos los buena que soy. Yo sigo sin saber quién es ni de qué habla.
clones
martes, 9 enero 2018. Subo en un ascensor con paredes de cristal. Me da mala espina y decido bajar. Las puertas no se abren. El ascensor me hace preguntas con voz de robot. Respondo como creo que desea que responda para poder largarme lo antes posible. Las puertas se abren a una azotea-parking. No encuentro la salida, aparezco en un terraplén. Veo a Jurdi, le hago señas, se acerca. Lleva pintas años 80. Le pido que me acompañe a casa. Se transforma en dos Jurdis. El segundo lleva ropa muy vieja. El primero entra en un coche y dice que suba. No me atrevo. Le digo al segundo Jurdi que me acompañe a casa y se convierte en un tercero vestido de harapos.
mariquitas
lunes, 8 enero 2018. Me asomo a la terraza de la casa de mis padres. Veo dos mariquitas de siete lunares sobre el toldo. Intento hacerles fotos, pero comienzan a moverse muy rápido y no logro enfocarlas. Al volverme, el pasillo está lleno. Tienen el tamaño de un euro. Son preciosas. No me muevo, temo pisarlas.
de neutrinos y trenes
domingo, 7 enero 2018. Parece que estamos de sobremesa en una azotea, pero no conozco a nadie. Me pongo a hablar con una niña, le pregunto qué tal sus notas. Dice que todo bien menos la física (la niña no tiene más de tres años). La subo a mi falda. Cuéntame, le digo. No comprende cómo algunas partículas pueden atravesar sólidos. Sobre la mesa hay azúcar, talco y un colador de rejilla muy fina. Mira, le digo, el azúcar no pasa por la rejilla, pero si ponemos polvos de talco sí pasa. El mantel queda cubierto de talco. Parece navidad, dice y aplaude. Imagina que tu mano es una rejilla y esas partículas más finas que el polvo de talco. La niña dibuja con el dedo sobre el talco, no me atiende. Siento una tristeza enorme, quiero irme a casa. Me pongo una toalla en la cabeza como si acabara de lavarme el pelo. He olvidado secarme el pelo, digo a modo de disculpa y corro escaleras abajo. Al llegar a la calle tiro la toalla, entro en la estación, compro un billete, pero el tren ya se ha ido. Pregunto a un señor (igual a López Vázquez) si ese billete me sirve para el próximo tren. ¡Sirve para cualquiera!, dice con un tono exageradamente alegre señalando las vías. Las miro. Ningún tren, ningún destino conocido.
hipnotizados
sábado, 6 enero 2018. Es de noche y no hay una sola luz encendida en toda la calle. Alejandro y yo miramos hipnotizados un escaparate de que sale mucha luz. Llega un policía y comienza a darle golpes a Alejandro. Intento pararlo. Me fijo en que Alejandro, de repente, es negro y el uniforme es de policía americano. Me mira con cara de "no se preocupe, yo me encargo" y sigue pegándole. Le grito que es mi amigo. Por si no me entiende se lo grito también en inglés. Para por un momento,me mira y nos pega a los dos.
casi okupas
viernes, 5 enero 2018. Una pareja vive en casa. Me resulta incómodo levantarme de la cama y que el cuarto de baño no esté libre o que él esté cepillándose los dientes en el pasillo. Me vas a matar, dice ella, les he dicho que pueden quedarse. Dos chicas entran e inspeccionan las habitaciones. Les enseño el baño y las demás habitaciones para demostrarles que no hay sitio suficiente para los seis. Asoman la cabeza en mi dormitorio. Ese es el mío, las aviso. Las chicas se miran decepcionadas.
limusina
miércoles, 3 enero 2018. Una fila enorme espera para entrar en un concierto. Es en una nave que hay en un descampado. No sé qué hago allí, llevo un par de bolsas, pesan mucho, pero me quedo a observarlos como si no tuviera otra cosa que hacer. Me fijo en una pareja con gesto avergonzado junto a la chica de la entrada. Hay entradas azules y amarillas. Los envía a una zona u otra según el color. Le pregunto a la pareja por qué no entran. Las nuestras son rojas, dice. No existe la zona roja. Les hago un gesto para que me sigan. Pregunto a otra chica. No existe la zona roja. La convenzo para que nos deje mirar desde la puerta. Toda la nave está pintada de rojo. La pareja entra por fin. Yo me vuelvo con mis bolsas. Al salir, es de noche y el descampado está vacío. A lo lejos veo llegar a alguien en bici. Cuando pasa por mi lado veo que es un chico. Va caminando con una luz en la frente imitando los movimientos de un ciclista. Llego a la carretera. Comienza a llenarse de gente. Ahí llega un taxi, me dicen dos señoras que pasean sus perros. Pero el taxi es una limusina. La dejo pasar. Un chico le chista a una chica, la chica vuelve la cabeza y su madre le da una bofetada por atender a un desconocido. Pienso que prefería el descampado a este caos. Todos corren hacia el metro. Recuerdo que han cambiado los tickets, necesito una tarjeta. La chica que los vende no tiene ni idea, me toma los datos pero apunta los suyos. Oigo como el metro llega y se va. Sigo frente al mostrador. Otra chica se ríe de ella. Quiere cobrarme cien euros por la nueva tarjeta. Me voy. Camino por una cuesta detrás de un montón de gente que va a tomar el autobús. Amanece.
problemas
martes, 2 enero 2018. Conduzco hacia la Plaza de los monos. Al llegar a calle Victoria han cambiado el sentido y tengo que volver a rodear la plaza. El coche se transforma en una bicicleta al llegar a una cuesta. La cuesta es de tierra, tengo que bajar de la bici y empujarla hasta casa de mis padres. El sueño del portal está lleno de cartas.
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