sábado, 24 febrero 2018. Oeste quiere enseñarme las calles donde jugaba de niño. Subimos la cuesta que lleva a General Ibáñez. ¡Aquí jugaba yo!, quizá hemos jugado juntos sin saberlo, le digo entusiasmada. Camina muy rápido delante de mí, como si las calles fueran a desaparecer. Gira hacia la izquierda, donde estaba el obrador y la casa de Marisol. Al fondo había una escalera de obra que llevaba al camino del seminario. Ahora hay escombros. Oeste trepa sobre ellos. A mí me detiene una rusa enorme y dos rusos malencarados. No han visto a Oeste que está a punto de alcanzar el camino, le hago un gesto para que escape e intento distraer a los rusos.